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Ciudadela o Ciudadela de Menorca es un municipio de Menorca, Islas Baleares, situada en el extremo O de la isla, es la ciudad con mayor número de habitantes de Menorca y sede del obispado de la isla. Regentó la capitalidad de la isla hasta la ocupación inglesa en 1714. Supera en número de habitantes a Mahón, antes el municipio más poblado de Menorca. Mahón (en catalán Maó) es la capital de Menorca y sede del ‘Consell Insular’ o ‘Consejo Insular‘, figura administrativa local que en Menorca ejerce de gobierno insular.
Está formado por los núcleos siguientes: Almudaina, Barranch, Ciudadela, La Vall, San Juan, Santandria, Son Morell, Torre Saura, Torre Trencada, Tres Alquerías y Tudons.
En la Revisión del PGOU EZQUIAGA ARQUITECTURA, SOCIEDAD Y TERRITORIO – CASTIÑEIRA-COROMINAS-SABATÉ ARQUITECTES, describen así el territorio:
«…Ciudadela nace y crece junto al mar, aprovechando una espléndida entrada de agua en una estrecha bahía natural, donde se sitúa su puerto. Durante siglos ésta es la puerta de acceso a la ciudad y junto con el impresionante paño de la muralla, fachada al mar del actual Ayuntamiento, es fiel testimonio de la importancia de una ciudad con un señalado valor de posición.
A su abrigo se levanta un casco de refundación cartaginesa sobre restos prehistóricos y de la época romana. Se conservan vestigios claros del dominio árabe (palacio de Wali, donde hoy se levanta el Ayuntamiento y una mezquita, sustituida más adelante por la catedral). Pero la huella definitiva se produce después de la anexión a la Corona de Aragón por parte de Alfonso III, el mismo que manda reforzar las murallas de la ciudad.
Para favorecer el crecimiento, éstas empiezan a derribarse en 1873 y hoy sólo quedan bastiones y fragmentos de muros históricos. Las calles del casco son estrechas e irregulares, salvo las avenidas que lo bordean (Francesc de Borja Moll, de la Constitución, Jaime I el Conquistador y del Capitán Negrete), lo que popularmente se conoce como la Contramurada, que señala precisamente el límite de aquel recinto histórico.
Alrededor de este centro se despliega un ensanche de trazas relativamente irregulares y escasa ambición, al que se añaden después, varios crecimientos, fundamentalmente a lo largo de la carretera de Mahón y de la que conduce a las playas del Sur.
Históricamente todo un conjunto de caminos radiales arrancaban desde la ciudad, caminos que hoy han ido quedando absorbidos por su crecimiento, o se han transformado en dos carreteras de mayor jerarquía, que se cruzarían en un hipotético vértice en la plaza des Born.
Junto con las calles del casco y del ensanche, construyen una estructura demasiado débil para soportar el tráfico que quiere llegar al corazón de la ciudad y a su puerto, o los movimientos entre los extremos, que se adentran en el núcleo consolidado.
Bien es cierto que las rondas han aligerado parte del tráfico de rozamiento, de aquel que no busca su destino final en el propio núcleo urbano. Pero aún así, la red viaria de la ciudad interior, que queda circundada por esta muralla moderna que son las rondas, con unas características morfológicas y funcionales propias del cambio del s XIX al XX, no resulta hoy adecuada para absorber los movimientos que se producen durante el largo período veraniego…»
«…Se puede decir que Ciutadella es la ciudad más mallorquina de Menorca atendiendo a una serie de hechos que ya hemos avanzado en la introducción. El poblamiento prehistórico de Menorca parece que estuvo ligado al de la vecina Mallorca, siguiendo una cadena de probables avistamientos: desde el continente hacia Mallorca y desde ésta hacia Menorca. Por consiguiente, la ocupación de Menorca fue posterior a la de Mallorca y las primeras costas visualizadas y ocupadas fueron las del sur menorquín. A esta circunstancia cabe añadir la adecuación de Ciutadella a las demandas de la navegación antigua, siendo ésta como era poco exigente en cuanto a condiciones de calado y muy afectada por la intensidad de los vientos de componente N, precisamente los que caracterizan la costa septentrional de la menor de las Gimnesias. Estas dos circunstancias hicieron preferibles las aguas bien protegidas de Ciutadella frente a las de otros abrigos costeros menorquines, en particular al de Maó, hasta el si XVIII, factor que, añadido a la orientación menorquina en dirección a la balear mayor, resultó fundamental para que Ciutadella se constituyese en el verdadero centro de gravedad de la isla durante los siglos pretéritos.
- Origen de Ciutadella: de la Antigüedad al Medioevo
Aunque la explicación del primer poblamiento de la isla, y del resto del archipiélago balear, es un tema abierto y objeto de un interesante debate en el que se barajan diversas opciones, todo parece apuntar a que se trata de una ocupación tardía, sin indicios seguros de presencia humana anteriores al 2000 aC y, en cualquier caso, ligada a la condición insular y al hecho de no contar en su subsuelo de aquellos recursos que constituían bienes apreciados en el comercio de la Antigüedad. Los investigadores que han estudiado el poblamiento histórico de Menorca coinciden en afirmar que, además de tardío, fue escaso y de débil presión sobre los recursos del territorio.
Los primeros pobladores, pretalayóticos (2000–1200 aC) y talayóticos (1200–123 aC), según se ha deducido a partir de testimonios arqueológicos, se dedicaban básicamente a la ganadería extensiva de ovino y caprino, completada con la caza y la recolección de vegetales y moluscos marinos. Todo parece indicar que la organización social estaba escasamente jerarquizada. Este orden socioeconómico se traducía en una implantación territorial basada en aldeas dispersas, más presentes en el poniente miocénico, dada su mayor protección y aptitud en términos bioproductivos, que en otras áreas de la isla.
La transición desde la cultura pretayalótica a la talayótica, aún cuando existen distintas propuestas al respecto, parece que se debió a la evolución demográfica y social de los grupos ya existentes. A partir del periodo talayótico las relaciones entre las dos Gimnesias empezaron a disminuir, como parece deducirse de las diferentes líneas de arquitectura megalítica que se siguieron en una y otra isla. La producción, aunque continuó siendo esencialmente ganadera, fue ampliándose a la agricultura cerealícola. En este contexto, los poblados se centraron en torno a dos construcciones comunitarias que simbolizaban la jerarquía existente en aquellas comunidades: el talayot y la taula.
El talayot parece ser que fue una torre de control y vigilancia situada en la cota más elevada del núcleo. Según Gasull 10 hombres con cuerdas, troncos, palancas, tocones y rampas podían construir un talayot de 7300 Tm. en unos 120 días trabajando 12 horas diarias. La otra construcción colectiva, la taula, específica de Menorca, puede que estuviese destinada a la celebración de ceremonias rituales.
A lo largo de este período talayótico la población empezó a concentrarse en incipientes núcleos urbanos, estables y jerarquizados, encontrándose la mayoría de ellos en las proximidades de Ciutadella, si bien en la actualidad y en un radio de unos 6 ó 7 km. desde esta ciudad los testimonios de poblamiento talayótico son escasos a causa de la reutilización/destrucción de los asentamientos previos para dar paso a los nuevos.
A día de hoy no se cuenta con suficientes evidencias de la presencia estable de fenicios y griegos en Menorca; Gornés et al. (1992) sostienen que, concretamente, no se produjo aculturación púnica y, aunque se hayan encontrado restos que indican posibles colonias de intercambio, parece que la cultura talayótica en Menorca pervivió hasta la conquista romana. Sin embargo no faltan testimonios documentales de la Edad Antigua que señalan, sucesivamente, el contacto de la isla con las civilizaciones púnica y griega. Así a través de una carta del obispo Sever (418 dC) se puede postular la fundación púnica de una colonia comercial que, con el nombre de Jamma y emplazada en un promontorio de la plataforma miocénica desde el que se domina la cala des Degollador, sería el primer antecedente de Ciutadella. Otras fuentes clásicas, Hecateo entre otros (500 aC), nos han legado el topónimo helénico Meloussa para referirse a la menor de las dos islas Baleares.
La posición estratégica de las Baleares en las rutas comerciales del Mediterráneo Occidental y, en particular, entre las penínsulas Itálica e Ibérica, resultó un factor decisivo para que en el siglo II aC tuviese lugar la conquista romana de Menorca. Diversas fuentes clásicas han documentado la instalación romana en los principales puertos de la isla: Iamo (Ciutadella) al W, Mago (Maó) al E, y Sanicera (Sanitja) al N. Por un edicto de Vespasiano (73-74 dC) los núcleos de Mago y Iamo alcanzaron el estatuto de municipia de derecho romano y posteriormente (212 dC) el emperador Caracalla, con finalidad política y tributaria, concedía a los habitantes de ambos lugares la ciudadanía romana. A partir de entonces Ciutadella pasó a ser Municipium Flavium Iamontanum y tras la constitución del cristianismo en religión oficial del Imperio (Teodosio, 380 dC) adquirió la condición de sede episcopal de Menorca (obispos Sever, 418 dC, y Macari, 484 dC). Tempranamente, y según una circular de Sever, se produjo la rivalidad y el conflicto entre la iglesia cristiana de Ciutadella y la sinagoga de Mago, núcleo que, al parecer, ya debía presentar una actividad comercial importante.
Excavaciones ocasionales han permitido determinar el núcleo romano de Iamo sobre lo que debió ser el anterior asentamiento de Jamma, en las inmediaciones de lo que a día de hoy es la catedral de Menorca. Más concretamente, la ciudad romana quedaba delimitada por las actuales calles de Santa Clara y sa Font hasta los restos presentes de muralla moderna, incluyendo la seo y el Born, mientras que la necrópolis se encontraba en las afueras, entre los caminos de Baix y de Sant Nicolau.
La caída del Imperio Romano de Occidente supuso la ruptura en las relaciones de Menorca con las tierras hispánicas y un retorno a la autarquía, a la pérdida de importancia de las ciudades y al repliegue en una organización territorial de aldeas. Se abrió así un periodo, denominado por algunos «de siglos oscuros», en que las Baleares conocieron primero el dominio vándalo y luego el bizantino; un tiempo, además, de probable descenso demográfico. Casasnovas (2005) expone que los repetidos ataques de musulmanes y normandos habían dejado las islas Baleares casi despobladas, siendo muy escasos los testimonios de ocupación en la Menorca de aquel periodo.
- La Ciutadella capitalina: de la ciudad musulmana a la ciudad cristiana
Las Baleares quedaron incorporadas al Califato de Córdoba en el año 902, pasando entonces a denominarse «islas orientales de Al Andalus». La escasa población de las islas y la precariedad general en las mismas empujaron a la nueva potencia hegemónica a tener que recurrir a la inmigración para sacar provecho de su control territorial.
Entonces la antigua población de Iamo se convirtió en el único centro urbano de la isla, Madina Manurqa o Madina al Jazira, concentrando todo el poder político– administrativo, ya que en el extremo oriental Mago (más adelante denominado Maó) había caído en decadencia a causa de las sucesivas invasiones bárbaras de las que no se recuperó. De nuevo Menorca orientaba sus relaciones en dirección a Mallorca y hacia las costas hispánicas (andalusíes, entonces), con lo que el centro de gravedad de la isla se situaba en su extremo occidental.
Cuando Menorca accedió a la condición de taifa autónoma parece ser que experimentó un periodo de esplendor económico y cultural. Casasonvas (2005), basándose en Moll (1994), sostiene que la ciudad no debía estar amurallada, a diferencia de las ciudades de las otras islas del archipiélago. La ciudad contaba con un Alcázar (donde hoy se encuentra es Born y el ayuntamiento) que posiblemente formaba parte de una fortificación más importante o almudaina. Se estima que la superficie urbana era de unas 5 has. y estaba habitada por unas mil personas, con lo que la densidad puede estimarse en unos 200 hab/ha. La Ciutadella islámica que, limitando al N con el canal del Pla de Sant Joan y al S con la actual calle de Sant Pere d’Alcàntara, se extendía desde el alcázar hasta las inmediaciones de la que ahora es la plaza Nova, donde se ubicaba el cementerio. La trama urbana era característicamente irregular y de ella se posee documentación que atestigua la existencia de tres mezquitas, la principal de las cuales ocupaba el emplazamiento de la actual catedral, cuyo campanario se corresponde con lo que fue minarete.
Los otros templos musulmanes pueden que se localizasen en las inmediaciones del cementerio (hoy, plaza Nova). El edificio más lujoso fue el palacio (maylis) que el almojarife Said ibn Hakam ordenó construir. Éste contaba con un salón del trono imitando al de Granada y rodeado de jardines con fuentes; la ubicación de esta construcción se corresponde con las calles de Sant Jeroni, Sant Francesc i es Born. En las afueras, cerca de donde se levantaría el Monasterio de Santa Clara había un arrabal, separado de la ciudad por un terreno de pastos conocido como Farraginal y el interior de la ciudad contaba con casas, huertos y corrales con una importante presencia de espacios dedicados al cultivo. Aquella Madina Manurqa era capital y único centro urbano propiamente dicho en una isla habitada en numerosas pequeñas alquerías desde las que se explotaba la tierra mediante la ganadería ovina–caprina y el cultivo de cereales, además de ser importantes los cultivos de regadío en los barrancos y también las viñas.
En 1229 las tropas catalanas del rey Jaume I de Aragón invadieron y conquistaron Mallorca, apropiándose de las Pitiusas seis años más tarde; sin embargo, Menorca continuó como territorio musulmán hasta 1287. Esta prolongación del periodo islámico en la menor de las Baleares fue posible gracias a la firma del Tratado de Capdepera (1231) por el que se reconocía de parte catalana la autonomía de los musulmanes menorquines a cambio que éstos se sometiesen al vasallaje de la corona aragonesa. Tras cincuenta y seis años de pacto, en enero de 1287 el rey aragonés Alfonso III, el Liberal, ocupó militarmente la isla y redujo la población musulmana a la condición de supervivientes o esclavos.
A partir de entonces, Menorca devino parte del Regne de Mallorques y se integraba en la órbita del mundo occidental, de la sociedad feudal, de la cultura cristiana y de la lengua catalana. Ciutadella conservó la capitalidad insular concentrando, por consiguiente, los poderes político, religioso y estamental, y gracias a su puerto, ejerciendo de nodo de relación extrainsular, orientado hacia la vecina Mallorca, principal mercado y centro político superior.
Los nuevos ocupantes de Ciutadella reutilizaron la trama urbana irregular existente sometiéndola a sus propios criterios e introdujeron diversos cambios puntuales que, con el paso del tiempo, habían de conformar el casco histórico. Entre las principales intervenciones llevadas a cabo durante el Medioevo, sin duda destaca la modificación de la infraestructura defensiva que, si bien fue iniciativa del conquistador Alfonso III, se emprendió bajo la dirección de Ponç Descoll en el transcurso del s XIV.
De acuerdo con la documentación existente puede afirmarse que la construcción de la muralla ballestera ampliaba el recinto urbano previo, para lo que hubo que derribar edificios particulares y ocupar diversos terrenos. La extensión del nuevo espacio amurallado, unas 20 has., se llevó a cabo para cobijar intramuros dos conventos que, levantados sobre solares agrícolas musulmanes, habían quedado en la periferia: el de Santa Clara, al N, y el de Sant Francesc, al S. Por otra parte, como en otras ciudades islámicas, el alcázar se había erigido segregado de recinto urbano, dejando un amplio espacio entre el recinto de poder y la madina propiamente dicha; en 1349 el rey Pere IV ordenó el cierre completo de la ciudad incluyendo aquel espacio vacío, designado a partir de entonces como el Born. La mezquita principal, situada en una posición central, fue demolida y en su solar se levantó la iglesia de Santa María siguiendo el estilo gótico catalán; del primitivo templo islámico sólo se conservó el minarete reconvirtiéndolo en campanario cristiano.
La Ciutadella medieval, que había incrementado su superficie al englobar en su recinto los mencionados conventos de Santa Clara y Sant Francesc, presentaba una débil densidad ya que, según Gomila (1998), la trama edificada quedaba interrumpida aquí y allá por numerosos huertos urbanos, situación que se prolongó, como mínimo, hasta el s XVI. La ciudad estaba dividida por 2 ejes principales: uno, en dirección E- W, que iba desde el portal de Maó al portal de en Sales, y otro, orientado N-S, desde el portal de sa Font hasta el de Artrutx; el conjunto de puertas de la ciudad se completaba con la de la Mar que conectaba con el puerto y la intersección de los ejes constituía la plaza Major.
Siguiendo el eje E-W se localizaban las dependencias de los poderes político y religioso y, frente a la parroquia de Santa María, desembocaba la calle de la judería (call jueu, hoy calle de Sant Jeroni) que tenía su sinagoga en la actual calle del Palau. La trama urbana se completaba con diversas plazas: la del Custell (actualmente plaza Nova), rodeada de pórticos de los que quedan algunas trazas en su sector norte, la dels Oms, eliminada en el s XVII al construirse en su lugar el convento del Socors, y la del Born, que cumplía función de plaza de armas.
Ciutadella, capital medieval, era el centro mercantil insular tanto para las relaciones exteriores como para las del interior de la isla. La infraestructura portuaria (cueva habilitada como almacén, atarazanas, muelles), la lonja de contratación en la plaza Major, la plaza destinada a pósito de granos (quartera) y aquella en la que se celebraba el mercado semanal (hoy plaza d’Alaior) eran las piezas urbanas de dicha función comercial.
El siglo XIV fue particularmente convulso, ya que en 1343 desapareció el reino privativo de Mallorques, anexionando Pere III, el Ceremoniós, las islas a sus territorios peninsulares de la corona catalano-aragonesa.
Posteriormente, en el s XV (1412) la dinastía castellana de los Trastámara ocupó el trono aragonés y en aquel contexto la Universitat de Menorca, institución del gobierno insular con sede en Ciutadella, presentaba una composición escorada en favor de la representación capitalina frente a la otorgada a los restantes asentamientos (castillo de Santa Àgueda, Alaior y Maó). Este desequilibrio en la cuota de poder insular en favor de Ciutadella fue origen de numerosas disputas y conflictos internos a lo largo de las centurias del XIV y XV.
Se estima que a mediados del s XVI la población menorquina alcanzó los diez mil habitantes, de los que un 45% se concentraban en Ciutadella, que había venido desempeñando la función de centro político, religioso y económico de la isla. Pero la reorientación de los flujos comerciales europeos hacia el Atlántico, a partir de la conquista del Nuevo Mundo y el consiguiente declive del Mediterráneo, supusieron el inicio de la decadencia de Ciutadella, a partir de entonces además expuesta a la amenaza de la piratería berberisca y otomana. El 9 de julio de 1558 una flota turca capitaneada por Piali Baixà desembarcó en el puerto de Ciutadella, saqueó la ciudad y tomó como botín unas tres mil personas para destinarlas al tráfico de esclavos; el impacto de este ataque quedó incorporado a la cultura popular con la designación de aquel año como el de «sa Desgràcia». La recuperación demográfica de la entonces capital menorquina se llevó a cabo con la llegada de contingentes inmigrantes de Mallorca, pero no se alcanzó la cifra de habitantes previa al ataque pirata hasta principios del s XVII.
Ciutadella siguió conservando el poder político y religioso sobre el conjunto de la isla, pero perdió la primacía demográfica. Casasnovas (2005) sostiene que el ataque turco, además del impacto socioeconómico, implicó un cambio en la correlación de fuerzas de la isla. Así, las siempre difíciles relaciones entre la representación ciudadelense y la de los demás asentamientos menorquines en las instituciones de autogobierno fueron enconándose, hasta la segregación de la Universitat de Maó (1641) y las de Alaior y es Mercadal (1650).
Tras el ataque turco la morfología urbana de Ciutadella experimentó diversas modificaciones, en gran medida de carácter defensivo. De este modo la muralla ballestera se transformó dotándola de ocho baluartes que se añadieron al recinto y puertas preexistentes (en sentido horario y desde el N son los bastiones de sa Font, Santa Anna, Santa Creu –también designado como de Castellví o dels Frares–, Sant Antoni, Sant Joan,Sant Miquel, d’Artutx y del Trabuc, éste último sobre el alcázar).
El esquema defensivo se completó, en la punta meridional de la bocana del puerto, con la torre de Sant Nicolau desde la que se vigilaba el espacio portuario y las calas aledañas. Las obras de las construcciones murarias se iniciaron en el año 1615.
Al mismo tiempo se introdujeron algunos cambios intramuros que modificaron de forma notable la configuración urbana. Así, el convento de los Agustinos, en ruinas tras la razzia turca, se trasladó desde su ubicación original extramuros a un espacio comprendido entre la plaza dels Oms y el Carrer Nou, quedando a partir de entonces protegido por las murallas.
Tanto esfuerzo defensivo se debía no sólo a la protección de la población, sino que respondía también a la necesidad estratégica de salvaguardar el puerto que posibilitaba las relaciones insulares con el exterior. Y es que la economía menorquina del seiscientos tenía ya entonces una orientación acusadamente exportadora, muy centrada en la venta de lana, un producto de valor que inclinaba la dedicación del agro menorquín más hacia la ganadería ovina que al cultivo de cereales, granos que se importaban precisamente gracias a los excedentes crematísticos obtenidos con la exportación lanera. A mediados del s XVII, a la crisis demográfica y política de Ciutadella se le añadió la económica cuando se perdieron los principales mercados de exportación: Italia, con una decreciente demanda de lana menorquina, debido a la crisis de las manufacturas italianas frente a la creciente competencia de las telas inglesas y holandesas; Barcelona, con motivo de la guerra dels Segadors (1640-1652); y Francia, por el conflicto hispano–francés de aquel siglo. El punto culminante del declive de Ciutadella se produjo en 1652 cuando una epidemia de peste asoló la ciudad y parte de la isla.
Las consecuencias de la crisis no afectaron por un igual a toda la población de Ciutadella, ya que la minoría nobiliaria terrateniente pudo en tal coyuntura acaparar las tierras que los campesinos enfiteutas tuvieron que abandonar al no poder hacer frente a sus obligaciones de pago. Este proceso de acumulación dejó su impronta en el paisaje urbano ciudadelense con la construcción de palaciegas casas señoriales (por ejemplo el palacio del barón de Lluriac en la calle de Santa Clara o el palacio Saura en la calle del Santíssim). Casasnovas (2005) establece en esos momentos la consolidación de una fuerte polarización social en Ciutadella entre la aristocracia terrateniente y una masa de campesinos sin tierra.
De la vieja Ciutadella a la ciudad turística.
De la «vieja Ciutadella» a la «nueva Ciutadella» (¡Abajo las murallas!)
Mientras Maó experimentaba una época de pujanza en todos los aspectos bajo la égida anglosajona, Ciutadella permanecía esencialmente anclada en las viejas estructuras, con un fuerte peso social de la aristocracia y del clero. Estos estamentos hegemónicos que, en defensa de su posición preeminente, habían presentado oposición al dominio británico, porfiaron que con la reintegración de la isla a la corona española la capitalidad volvería a sus manos en la ciudad occidental. Sin embargo, el poder español optó por mantener en Maó la función político–administrativa (gobierno civil y militar, tribunal de justicia, etc.), dejando en Ciutadella la sede de la autoridad eclesiástica (1795). De esta suerte, la parroquia de Santa María adquirió condición catedralicia, reformando su antigua fachada gótica siguiendo la moda neoclásica y añadiéndole una capilla (la dels Dolors), y se edificó un nuevo palacio episcopal, para lo que hubo que eliminar el viejo callejón de la Pabordia y abrir la calle de Cal Bisbe (1802).
Un carácter tradicional–conservador dominante en Ciutadella que en ningún caso fue obstáculo para que la ciudad y su sociedad participasen en la revitalización comercial de su puerto franco (como los del resto de Menorca durante las etapas de dominio inglés) y experimentar, como efecto de la nueva orientación económica, un incremento demográfico del 36% entre 1723 y 1787, con un total de 6.233 habitantes en este último año, magnitud que representaba concentrar el 23,4% de la demografía menorquina de entonces. El crecimiento dieciochesco de población en Ciutadella, no obstante, no supuso ampliar el casco urbano existente, sino densificar la ciudad a través de la ocupación de los espacios todavía inedificados (huertas intramuros, en particular).
Mutación del interior urbano que, además, se manifestó ahondando la diferenciación social del espacio, puesto que la aristocracia local materializó parte de sus importantes rentas de la tierra levantando casas solariegas de fachada neoclásica (palacio Saura, Can Squella, Can Olives, etc.), tras las que se ocultaban superpuestas construcciones de diferentes épocas y tipologías.
A principios del s XIX Ciutadella seguía siendo una ciudad encerrada en sus murallas abaluartadas, en la que se mantenían las esencias más tradicionales y el predominio de las estructuras del Antiguo Régimen. Esta caracterización no hizo sino ahondar las diferencias con Maó y ampliar una brecha en el seno de la sociedad menorquina: aquélla que separaba conservadurismo ciudadelense frente al liberalismo burgués de la moderna capital insular. Por otra parte, la desfavorable coyuntura comercial de las primeras décadas del XIX (con la guerra de la Independencia, primero, y prohibición del libre comercio de cereales, después) significaron para Menorca en su conjunto un momento crítico que, como todos, afectó desigualmente a las distintas clases sociales: mientras las capas de población más desfavorecida habían de emprender el camino de la emigración hacia las Antillas y el norte de África (Argel, de modo particular); la nobleza terrateniente, en posición diferencial, colocaba sus rentas en ostentosas edificaciones urbanas (los palacetes de la casa Salort de 1813 y casa Torresaura de 1830) y en extravagantes obras en sus propiedades rurales («megalíticos» corrales para los rebaños ovinos, eras embaldosadas, etc.). La extravagancia de la aristocracia no se explica tan solo por la disposición de rentas excedentes sino, y sobretodo, por la explotación abusiva de los clases trabajadoras que obviamente en tiempos de crisis «valían menos».
En la segunda mitad del ochocientos, Ciutadella superó la crisis cuando indianos, enriquecidos tras sus experiencias americanas e incorporados al acervo cultural de modernización empresarial ya característicamente capitalista, emprendieron un modesto, pero decisivo, desarrollo industrial concentrado en la producción de cueros (importados) y calzado (exportado hacia las colonias americanas y Europa). Aquella industrialización impulsó de nuevo el crecimiento y la concentración urbana de la población, que pasó de 7.049 habitantes en 1845 a 8.645 en 1900, con un moderado ritmo del 0,4% anual en el transcurso de aquellos cincuenta y cinco años.
Las necesidades de espacio para la actividad manufacturera y de vivienda para el proletariado fabril justificaron replantear la realidad urbana de Ciutadella.
Los nuevos requerimientos coincidieron en el tiempo con los procesos de desamortización, que en Ciutadella habían de suponer la demolición de los conventos de órdenes masculinas agustinos del Socors y franciscanos de intramuros, y el de los antonianos de extramuros convertido en hospital. En cambio, no afectó al monasterio de las monjas clarisas que se encontraba en el extremo N del recinto amurallado. En 1865 se urbanizó la huerta de la orden franciscana, dando lugar al área de ses Cases Noves (calles Arguimbau, 9 de juliol y de Joan Benejam), y 3 años más tarde el huerto agustino del convento del Socors se transformó en una plaza de mercado que, en plena efervescencia revolucionaria de «La Gloriosa», recibirá la denominación de plaza de la Llibertat.
Queda por esclarecer en futuras investigaciones en que medida los espacios urbanos conseguidos con las medidas desamortizadoras resultaron insuficientes para dar salida a las necesidades residenciales (recuérdese que el crecimiento demográfico a lo largo de toda la segunda mitad del XIX tuvo lugar con un ritmo de tan sólo el 0,4% anual) y de espacios productivos, justificando así el derribo de las históricas murallas o si, por el contrario, esta última iniciativa respondía a móviles especulativos de una burguesía ascendente y/o de una aristocracia en declive.
En cualquier caso, el ayuntamiento ciudadelense inició a finales de la década de 1860 los trámites que habían de conducir a la alteración de mayor impacto en la configuración de la ciudad: el derribo de las murallas, presuntamente para contribuir al saneamiento de la urbe y facilitar su expansión. De forma parecida a lo ocurrido en otras ciudades amuralladas del Estado Español, la demolición, iniciada en 1871, fue objeto de un dilatado litigio entre el poder local y la autoridad central, conflicto que concluyó 10 años más tarde aunque las obras no se finalizaron hasta bien entrado el siglo XX (1917). El perímetro de los lienzos murarios devino el eje vertebrador del ensanche urbano, sa Contramurada, y la comisión constituida en 1882 (presidida por el alcalde G. Camps y encabezada por R. Cavaller) redactaría la memoria para la planificación del ensanche ciudadelense.
Las amplias calles del nuevo espacio urbano marcan desde entonces un límite claro con el casco histórico. Desde su Contramurada se dispondrán los ulteriores crecimientos urbanos siguiendo los principales ejes de comunicación, configurándose así una estructura radioconcéntrica. Con el paso del tiempo, los espacios intersiciales se han ido colmatando siguiendo la ordenación prevista y resultando una trama regular.
Mientras iba procediéndose al desmonte de los muros defensivos se acometieron diversas reformas interiores. Entre 1873 y 1875 se reordenó la plaza del Born, sustituyendo el jardín del gobernador por un obelisco erigido en memoria de las víctimas del asalto turco de 1558 («sa Desgràcia») y adaptando un cuartel del arma de caballería como teatro.
En 1888 se levantó un puente sobre el canal dels Horts que, por primera vez, posibilitaba la expansión de la ciudad hacia la orilla septentrional del puerto que hasta ese momento se había concentrado en el espacio entrecalas (puerto de Ciutadella y cala des Degollador). Esta actuación sentaría las bases de la futura ordenación del tramo litoral septentrional, entre Dalt des Penyals y sa Quintana.
3 años más tarde, sobre el antiguo convento de Sant Antoni, expropiado durante la Desamortización a la orden antoniana, se trasladó el hospital, y en 1894 se abrió el paseo de Sant Nicolau, en la orilla meridional del puerto saliendo del Born en dirección a la bocana y transcurriendo en paralelo al camino del Bisbe (o de Baix), una vía que estaba llamada a convertirse en «la calle residencial del provenir» (Rosselló Verger, 2003) ya que, empezando el siglo XX, en sus inmediaciones se urbanizó el sector denominado es Trabucs. En la orilla norte, grupos acomodados iniciaron la ocupación de la zona de sa Farola con sus casas de veraneo (p.ej. la colonia de l’Assumpció). El periodo decimonónico de transformaciones urbanas en Ciutadella se cerró con la ampliación de las instalaciones portuarias que hasta entonces eran aptas sólo para naves de reducido tonelaje.
Estas obras de ampliación del puerto no se finalizarían hasta después de la Guerra Civil y qué centrándose en la ribera norte del puerto llegaría a ocupar una superficie de 2,12 has
La explosión de la Ciutadella turística
Las importantes mutaciones experimentadas en la ciudad a lo largo del s XIX (demolición de las murallas, ensanche, industrialización) vieron su ritmo truncado, como en otros lugares del Estado, por la guerra civil y los años de posguerra, particularmente incidentes en una Menorca que durante el conflicto se mantuvo fiel al legítimo gobierno de la Segunda República y, si cabe, aún más drástico en una Ciutadella (conservadora y golpista) en la que el enfrentamiento entre fuerzas conservadoras y populares estuvo teñido de violentos actos entre las clases sociales en conflicto, resultando el patrimonio histórico-artístico gravemente dañado y las clases sociales trabajadoras reprimidas y perseguidas.
A partir de los datos censales, la imagen que se obtiene de Ciutadella en el transcurso de los primeros 60 años del novecientos es de un cierto letargo, ya que la población aumentó desde 1900 hasta 1960 en tan sólo 3.595 personas, continuando el ritmo lento que había caracterizado la segunda mitad del XIX (entonces a una tasa anual del 0,4% anual, y en la primera mitad del XX a una tasa anual del 0,6%). Con todo debe matizarse que el lapso intercensal 1950-1960 apuntó un mayor dinamismo (tasa de crecimiento anual del 0,9%), ya que en las 5 primeras décadas de la centuria la población creció en 2.545 habitantes (de 8.645 en 1900 a 11.190 en 1950) y sólo durante el sexto decenio el incremento fue de otros 1.050 individuos. Empezaban entonces a sentarse las bases de la 2ª gran transformación contemporánea de Ciutadella, en concreto, y de Menorca, en conjunto: su incorporación a los circuitos internacionales de turismo de masas.
No obstante, cabe matizar la importancia de la actividad industrial en Ciutadella, que después de la crisis padecida con la desaparición de los mercados antillano se reactivará, perviviendo en la Ciutadella de la primera mitad del siglo XX. La inserción menorquina al capitalismo industrial de postguerra ha sido definida como la vía menorquina del crecimiento según la cual se establecía un cierto equilibrio en los valores añadidos (crematísticos) entre los sectores productivos.
La situación del «retraso virtuoso» definido por Marí (2003) de Menorca respecto de las vecinas Mallorca y Eivissa, en cuanto a la especialización turística de su economía y sus impactos asociados, podría deberse entre otras razones al quedar al margen de las inversiones millonarias que el gobierno franquista efectuó en las denominadas zonas devastadas.
En definitiva, el castigo franquista a Menorca y la recuperación de las actividades industriales y agrícolas con vocación exportadora pudieron permitir que la isla se incorporase más tardíamente, y más tranquilamente, al turismo de masas.
Gradualmente el litoral meridional y noroccidental del municipio ciudadelense fue configurándose como espacio de una producción turística que fundamentalmente hacía un uso intensivo del suelo; de este modo se individualizaron los núcleos turísticos de Santandria, Cala Blanca, Cala en Bosch (todos en el S), Cala Galdana (en el SE) y Cala en Blanes (en el NW).
Aún cuando este nivel de dotación de planta turística apenas representaba el 2,1% de la existente en el archipiélago balear en 1973 (más de 174 mil plazas), posición relativa que deja patente el retraso menorquín en la impronta turística sobre su economía, sociedad y territorio frente a lo acontecido en el mismo periodo en la balear mayor y en las Pitiusas, no por ello hay que concluir que la funcionalización turística no dejase sentir sus efectos sobre la configuración urbana de Ciutadella.
Aquella primera ola de crecimiento turístico se realizó en completa ausencia de cualquier planeamiento urbano, a pesar de la vigencia de la Ley del Suelo de 1956, del Plan Provincial de Baleares de 1973 y otras disposiciones legales. Pero selló con cemento y asfalto 356 nuevas ha y multiplicaba por 4 la extensión de los usos urbanos acumulados desde los primeros inquilinos homínidos hasta el 1956, fundamentalmente a costa de la reducción de suelo de ocupación natural (–207 has.) y en menor medida de suelo agrario (–149 has.)
En consecuencia, a partir de aquel proceso, ya no será posible la comprensión del fenómeno urbano de Ciutadella restringiéndolo a los límites de su casco histórico y ensanche, y será preciso reconocerlo en sus verdaderas dimensiones que abarcaban también los espacios producidos para materializar la función turística, espacios distribuidos a lo largo de la orla litoral del municipio. La realidad de esta evolución espacial se percibe con nitidez en las imágenes.
Por otra parte, el núcleo de Ciutadella experimentó en el transcurso de aquellos años del «desarrollismo» un crecimiento que, desde el ensanche de la Contramurada, seguía los principales ejes viarios: hacia el S, en dirección a Cap d’Artrutx, donde se levantó la barriada Gelabert, popularmente conocida como de ses Cases Barates; a lo largo del camino de Sant Joan de Missa, en el SE; y a ambos lados de la principal carretera insular que comunica con Maó.
El Plan General de Ordenación Urbana, aprobado en 1974 en el contexto de la primera crisis del petróleo, y redactado por el arquitecto Xavier Surinyach, vino a dar cobertura legal a la evolución urbana seguida hasta entonces, así como expresar los intereses urbanísticos de los agentes sociales implicados en la profusión turística del litoral. Cabe destacar que en 1974 la principal actividad industrial era la «construcción» que constituía el «matrimonio» perfecto con las actividades turísticas en expansión. A partir de entonces la ciudad, en forma y función, irá mudando sometida a la lógica del negocio especulativo-inmobiliario; una lógica que fue imponiendo la conversión del centro histórico en escaparate para «turismo cultural» y ocio de oferta complementaria, a la vez que situaba en la periferia los barrios de la población trabajadora. La construcción social del espacio urbano resulta en una creciente polarización urbana entre espacios productivos y los espacios residenciales (de reproducción social).
La crisis económica general de 1973 y años siguientes tuvo como consecuencia, entre otras, una ralentización de la actividad constructora–urbanística, pero cuando se dieron las condiciones de recuperación, sobre todo en los 80′, los agentes de producción del espacio urbano reemprendieron la ocupación del suelo con sus actividades. Por otra parte, la fase de especialización turística balear conocida con la denominación de «segundo boom» (1973-1991) afectó a la isla de Menorca con una intensidad mayor que la experimentada en el anterior período de 1955-1973, y lo hizo cambiando el predominio de los establecimiento hoteleros por el de los apartamentos. El municipio de Ciutadella constituye un acabado ejemplo de esta reorientación en el tipo de establecimiento turístico, igualmente remarcable en los núcleos meridionales (Cala Blanca, Cala en Bosc) como en los localizados al noroeste (Cala en Blanes) y norte (Cala Morell) de la ciudad.
La comparación de las magnitudes de oferta turística del municipio de Ciutadella entre el primer y el segundo «boom» evidencian que aquel relativo retraso menorquín en la plena incorporación a los circuitos internacionales del turismo se había superado de forma clara en la década de 1980. Efectivamente el número de plazas turísticas aumentó en 13.585, siguiendo un ritmo anual del 20,6%. En 1988 se aprobó un nuevo PGOU, en el que sus redactores, Albert Puigdomènech y Carles M. Díaz, proponían un crecimiento más moderado que el seguido hasta aquel momento, autorizando «solamente» una nueva urbanización, la de Son Xoriguer. Hay que señalar que el «banquete urbanístico» que establecía el primer PGOU de 1974 constituía un escenario para la expansión del negocio turístico-inmobiliario que los planes posteriores no podrían más que «reordenar».
A partir de 1991, con la última fase de crecimiento turístico balear, el «tercer boom», se produce en el municipio ciudadelense una «contaminación» turística del territorio en el sentido que a partir de entonces casi cualquier vivienda es susceptible de convertirse en alojamiento turístico, independientemente de su legalidad y su ubicación. En este sentido el turismo se desplaza del litoral y del apartamento a las zonas rurales del interior. La década de los 90′ registró en el término de Ciutadella un incremento respecto al periodo anterior de 6.871 plazas de alojamiento turístico reglado, con un «moderado» ritmo del 4,42% anual (véase tabla 4). El nuevo desarrollo turístico reglado siguió concentrándose en las zonas producidas en los períodos anteriores, configurando de esta forma un casi continuum turístico–urbano desde el núcleo de Ciutadella hasta el Cap d’Artrutx, al sur, y hasta el área de Cala en Blanes, en el extremo noroccidental.
Por esta vía siguieron expandiéndose los «usos destructivos» del suelo como diría Jean Brunhes (1964) del territorio de Ciutadella, resultando que en el 2000 se habían añadido 571 has de usos urbanos a las ya existentes 27 años antes, si bien en esta fase la transformación se ha operado afectando al suelo de usos agrarios (–813 has.) y no al de carácter natural. Particularmente, la Ciutadella que rodeaba el perímetro de lo que en su tiempo fue núcleo intramuros alcanzó en el año 2000 una extensión próxima a las 75 has., área que triplicaba la del casco histórico.
Durante la última oleada turística, a las modalidades tradicionales se les ha sumado la que se ha llamado de «turismo residencial», con lo que el subsector, que hasta los 90′ era una actividad de servicios, se ha ido transformado cada vez más en una actividad rentista en la que predomina el alquiler de viviendas para usos turísticos y la venta de inmuebles, las más de las veces al socaire de intereses especulativos, en lo que se ha denominado la «burbuja inmobiliaria» que viene afectando al estado español. Al calor del negocio turístico-inmobiliario se dispararon, desde la década de 1990, la actividad del sector de la construcción y el encarecimiento de la vivienda (producto inmobiliario), fenómeno este último de especial repercusión en el acceso a la vivienda por parte de múltiples sectores de la sociedad y de forma particular en los grupos más vulnerables (jóvenes, inmigrantes, etc.) que no pueden acceder fácilmente ni a los préstamos hipotecarios, ni al alquiler ya que compite el alquiler turístico con el residencial.
Cuando se analiza la evolución del precio medio de la vivienda entre 1991 y 2000 puede comprobarse que ha aumentado (en € corrientes) un 136,8% (15,2% anual), pasando de 456,3 euros/m2 en 1991 a 1.080,7 euros/m2 en el 2000. La mayor rentabilidad alcanzada por el capital inmobiliario frente a la ofrecida por otros tipos de inversión, como la bursátil, los bajos tipos de interés, la entrada en vigor del euro y la necesidad/posibilidad de limpiar «dinero negro» por vía inmobiliaria, constituyen las principales variables explicativas de la reciente expansión inmobiliaria, que no de «construcción de ciudad», acontecida en gran parte del litoral español.
En Ciutadella, partiendo de los datos del Censo de Viviendas de 1991, a los que sumamos las licencias municipales concedidas, dato procedente del Ministerio de Fomento, tenemos que las viviendas han pasado de las 14.996 de 1991 a 17.856 en el año 2000 lo que supone un incremento del parque turístico-residencial de 2.860 unidades, siguiendo una tasa de crecimiento anual del 2,11% (Roca y Roca, 2003). En contraste, a lo largo del período 1991-2001, la población del municipio aumentó tan sólo en 2.175 efectivos, con un ritmo del 1,17% anual (de 20.928 en el primer año de referencia censal a 23.103 en el segundo), con lo que la lógica inmobiliaria ha seguido un curso de crecimiento que ha doblado el demográfico. Y aún más, fijándonos en el uso de las viviendas, según el Censo de 2001 (INE), se detecta que el 63,7% eran viviendas principales y el resto secundarias (27%) o desocupadas (8,3%), lo que equivale a un parque residencial infrautilizado del 46,3% del total y que se registran en una tesitura algo alejada del concepto de vivienda como espacio de reproducción social para convertirse en pura mercancía.
Si calculamos la capacidad de alojamiento residencial, resulta que el parque residencial en el año 2000 daba cabida a unas 53.568 plazas, pero si además le añadimos el parque de la oferta turística, llegamos a la cifra de un parque turístico-residencial de 77.687 plazas (o camas). Como se ha señalado antes, hay que tener en cuenta que una parte significativa de este parque es utilizado solamente una fracción del año (el turístico), ocasionalmente (segundas residencias), o nunca al estar desokupado.
El conjunto del parque turístico-residencial ocupaba una superficie de suelo urbano de unas 881,04 has., aunque no todo había sido edificado, restando todavía una parte importante de suelo vacante (urbano y urbanizable). En concreto, en el año 2000 había unas 100,62 has. vacantes en suelo urbano y a las 332 has. de suelo urbanizable le faltaba un 65,5% por consolidar.
En definitiva, a principios de este s XXI y dentro de los márgenes establecidos en el PGOU de 1988, quedaban por consolidar (edificar) unas 318,29 has. Según un estudio llevado a cabo por el Servei d’Informació Territorial de les Illes Balears, el suelo vacante en Ciutadella podría albergar un total de 49.734 plazas turístico-residenciales, que expresadas en viviendas potenciales arroja una cifra de 16.578. Por ende, si al potencial edificatorio en suelo vacante le añadiéramos todas las viviendas infrautilizadas (6.482 viviendas en el 2000), entonces el resultado elevaría la capacidad turístico-residencial hasta las 23.060 viviendas (o 69.180 plazas turístico-residenciales). En caso de materializarse los potenciales incrementos inmobiliarios que la planificación permitía en el año 2000, resultaría que los espacios productivos (plazas turístico-residenciales y parque infrautilizado) sextuplicarían las plazas disponibles en las viviendas principales, en tanto que espacios de reproducción social.
En las puertas del s XXI cabe esbozar las repercusiones que el novedoso Plan Territorial Insular de Menorca (PTI Menorca) tendrá sobre Ciutadella. Se estima para Ciutadella, y con un horizonte temporal de una década a contar desde la entrada en vigor de dicho plan, una demanda de 3.063 plazas, de las que el 39,9% deberían ser de protección oficial; todo ello, no se olvide, con el parque turístico-residencial sobredimensionado que hemos comentado anteriormente. En el supuesto de expresar dichas plazas en viviendas, a razón de 3 plazas/vivienda, el resultado sería de unas 1.021 viviendas potenciales que habrán de ocupar una superficie, antes suelo rústico, de unas 25,52 has, magnitud que deberá contemplarse en la obligada revisión del planeamiento urbanístico de Ciutadella para su correcta adecuación a los parámetros establecidos por el PTI.
Asimismo según el PTI, las zonas turísticas de Ciutadella quedarán sometidas a nueva ordenación ya que, por un lado, no podrán crecer en nuevos urbanizables y, por otro, se desclasifican gran parte de los suelos urbanizables de estas zonas, mientras que otros se reclasifican como áreas de reconversión territorial.
Las cuotas establecidas para las zonas turísticas de Ciutadella fijan 271 plazas turístico-residenciales/año en los 2 primeros de aplicación de la norma, y 221 plazas turístico-residenciales/año a lo largo de los 8 restantes, con lo que potencialmente se podrán construir 2.310 plazas no hoteleras que afectaran unas 45,84 has. Todo ello sin considerar, los posibles crecimientos hoteleros que en el total de la isla pueden ser de 600 plazas anuales a distribuir entre los 8 municipios.
En definitiva se establece que, potencialmente, en el suelo urbano vacante se podrían levantar unas 4.025 viviendas (12.075 plazas turístico-residenciales) ocupando unas 100,62 has, a las que se añadirían los nuevos crecimientos de 1.791 viviendas (5.773 plazas turístico-residenciales) de las cuales 1.021 estarían en el núcleo urbano y ocuparían unas 25,52 has, mientras que las zonas turísticas albergarán como máximo 770 viviendas (2.310 plazas turístico-residenciales), estas últimas no implicarán nuevas clasificaciones de suelo pero ocuparían unas 45,84 has.
Finalmente, si sumamos las viviendas que potencialmente se pueden alzar en suelo urbano vacante, las residencias secundarias, las desocupadas, y las que posibilita la aplicación local del PTI en el caso de Ciutadella, se llega a una cifra total de 12.298 viviendas a okupar frente a las 11.374 viviendas principales del 2000, traduciéndose dicho potencial edificatorio en una transformación del territorio que ha de afectar, como mínimo, a 171,98 has. Todo ello suponiendo que la edificabilidad vacante en suelo urbano consolidado no se trastoca mediante la previa destrucción del patrimonio inmobiliario preexistente y el posterior aprovechamiento máximo.
De entre las indicaciones del PTI de Menorca debe, además, destacarse la apuesta en favor de la vivienda protegida, que para Ciutadella y en la próxima década se cifra en 408 viviendas, una fracción ciertamente modesta pero significativa cuando se compara con la ridícula promoción que de esta clase de alojamiento se realizó entre 1990 y 2000, tan sólo 30 viviendas.
En conclusión, la aplicación del PTI en Ciutadella recortará de forma drástica el crecimiento urbanístico potencial que se indicó en el PGOU de 1988 y apunta ciertamente un cambio de rumbo en la dinámica urbanística seguida hasta el presente. Sin embargo, tal y como hemos intentado plantear en los párrafos precedentes, el crecimiento potencial todavía es significativo.
La expansión del negocio turístico-inmobiliario y su huella territorial se acompañan de la ampliación de las servidumbres territoriales que se requieren para hacer viable la gestión de dicho proyecto entrópico. Así se pretende continuar en dirección sur la 2ª vía de circunvalación de Ciutadella, ya finalizada en su tramo N, ya que la actual urbanización turístico-residencial dispersa es dependiente en sumo grado del transporte motorizado individual.
Por otra parte, la intención de acentuar el carácter de producto turístico del centro urbano y del puerto de Ciutadella pretenden materializarse a través de la ampliación de las capacidades portuarias con la construcción de un dique exterior (739,80 m.) y muelle (246 m. de largo por 60-70 m. de ancho) destinado al atraque de buques de gran calado (mercantes y cruceros turísticos) y además la ampliación artificial de Cala en Busquets para dar cabida a un nuevo puerto deportivo, muy en el estilo de los proyectos urbanísticos del tipo «marina». Caso de llevarse a cabo estos proyectos de «competitividad y modernización», que sin duda habrán de reportar pingües beneficios a sus agentes promotores y constructores, se alterará con gran impacto el entorno y la vida en la ciudad y en el resto de la isla, al tiempo que disminuirá el valor de los intangibles (paisaje y calidad de vida) que todavía ofrecen Ciutadella y Menorca, razón por la que ha ido adquiriendo cuerpo una importante respuesta ciudadana. La movilización social encabezada por plataformas ciudadanas, el grupo ecologista GOB y miembros de la comunidad científica han conseguido, de momento, que el Ministerio de Medio Ambiente paralice el proyecto del dique exterior por su elevado impacto ambiental.
Mientras tanto, la Ciutadella turística sigue siendo la ciudad más «mallorquina» de Menorca. La gravedad de la situación alcanzada en la provisión de agua potable en el municipio ciudadelense es reflejo de esta afirmación. Fijándonos en la información que se incorpora en la ficha que antecede este texto puede detectarse como, empezando el siglo XXI casi a igualdad de habitantes en Ciutadella y Maó, los requerimientos de agua potable (1998) en la primera de las dos ciudades duplicaban los de la segunda y, además, constituían cerca del 50% del total insular. Y es que, sin ahondar en la importancia de las pérdidas de la red urbana, Ciutadella y su municipio, que cuentan con 22.031 plazas turísticas frente a sólo 1.838 de Maó, ha sobreexplotado hasta la salinización por intrusión marina sus recursos subterráneos y las autoridades locales han mantenido durante, como poco, los últimos seis años una política de incremento de oferta (vía la construcción de una planta desaladora de agua de mar), frente a la que el gobierno autonómico del Pacte de Progrés (1999-2003) proponía de gestión más eficiente de la demanda.
Finalmente la vuelta del Partido Popular a la primera institución autonómica acabará recompensando la opción local realizando la inversión para que Ciutadella cambie petróleo, que obviamente hay que importar, por agua que no se sabe o no se quiere gestionar…
Menorca y sus ciudades. Otra rareza menorquina en las Balears. 2006 Ivan MURRAY MAS. Departament de Ciències de la Terra – Universitat de les Illes Balears.
Si algún determinismo puede admitirse en un ámbito insular, es el que involucra los puertos. Los primeros testimonios de la historia clásica sobre la menor de las Baleares y el extraordinario texto del obispo Severo (s V) inducen a pensar en un poblamiento bipolar con escasa presencia dispersa. Esta dicotomía se basa desde luego en dos ciudades portuarias que han mantenido durante siglos una clara rivalidad y, a veces, cierto equilibrio. Sin los puertos naturales, la historia hubiera sido otra.
Ciutadella, fuerte y puerto Igual que Maó, la otra aglomeración urbana, Ciutadella se explica por su situación geográfica: el abrigo de un recodo rectangular de la plataforma miocena que tiene una ventaja, la proximidad con Mallorca. El puerto de Alcúdia dista sólo 33 millas. Otra cosa es la dualidad o lucha histórica por la capitalidad de una isla que concentra las izquierdas al este (Maó, Es Mercadal, Alaior…) y las derechas al O (Ciutadella, Ferreries), como si reviviera la dicotomía de los siglos IV-V de Magona comerciante, con una fuerte colonia judía, y Iamona cristiana e intolerante, episcopal, o el esplendor burgués-mercantil del Maó moderno y la pervivencia aristocrático-feudal y levítica de Ciutadella. Una carretera única hasta 1964 (el viejo Camí d’en Kane [1713-20] o el “romano” no llegaron a articular el territorio) era suficiente cuando había un solo hotel en Cala Galdana y ninguno en Fornells.
El sitio urbano de Ciutadella está perfectamente perfilado en una rinconada donde el débil espesor de la plataforma tortoniensemessiniense está afectada por numerosas fracturas que se traducen en hendiduras fluviales y penetraciones marinas. En un tramo de acantilado modesto, de entre 7 y 15 m de caída, 2 calas enmarcan la ciudad: la propia o Port de Ciutadella (NW) y la des Degollador (S) que marcan una especie de promontorio señalado por la tectónica que ha acabado perfilando el desarrollo urbano. El puerto es una verdadera cicatriz, casi rectilínea en su flanco izquierdo de más de 1 km, que continua en 5 o 6 tramos de orientación alternante por el cauce de los canals de Sant Pere y des Horts. Estos cauces drenarían una cuenca aproximada de 6 km2. El encajamiento de la manga marina, del orden de los 7 u 8 m, es notable por el papel que ejerce de abrigo naval, si bien resulta geomórficamente más interesante la orilla derecha, marcada por los hundimientos de las calas d’en Busquets y des Frares. La historia natural de la Cala d’En Busquets es significativa. Dos paleocanales provenientes de la plataforma de +25 m desembocarían hacia el sur con una pendiente del 15 ‰ en un colector NE-SW que todavía no era la Cala de Ciutadella. La disolución ha abierto en el espacio poco inclinado de la confluencia tres dolinas que implican un soutirage porque el freático debe haber bajado. El descenso del nivel marino favoreció los sumideros y la dolina correspondiente a la caleta colapsó. En la actualidad la escasa escorrentía está interceptada por un terraplén que corta las dos calas para facilitar el camino del faro. Acentuando el modelado cárstico de cala estructural, hay que anotar en el puerto la existencia, a unos 200 m de la bocana, de un ombligo de -10 m, cuando el fondo casi regular se aparta poco de los -6 m.
El cañón que forma el puerto y penetra unos 1.200 m tiene una anchura de boca, entre la punta de Sa Farola y la torre de Sant Nicolau, de 200 m, la cual se reduce a 90, una vez embocada la manga (punta del Bancal); sigue con esta anchura a lo largo de 0,5 km para reducirse a 50 m en los 500 restantes. La Colàrsega y el barranco prolongan la incisión por el Pla de Sant Joan y el Canal des Horts.
Un rasgo característico -pero no exclusivo- el puerto de Ciutadella, lo ofrecen las secas o rissagues que le afectan conierta frecuencia, pero sin periodicidad clara. Se trata de un movimiento oscilatorio, a veces excepcional, provocado por fenómenos de resonancia que pueden llegar a incrementar el nivel marino hasta 2 m en pocos minutos, con las obvias consecuencias en embarcaciones e instalaciones portuarias. Suelen ocurrir después de una fuerte subida de la presión atmosférica y se recuerdan por su amplitud las rissagues del 29.05.1465, 21.07.1939, 16/18.09.1975 y 22.06.1984
El de Ciutadella fue el puerto principal de la isla antes del s XVIII, cuando allí residía el batle-cònsol. Ahora la dársena interior abriga 29.100 m2, pero las condiciones de atraque para la navegación de altura no son precisamente óptimas. El servicio de lanzadera de Mallorca ha tenido que mantener buques de porte reducido para posibilitar su maniobrabilidad en unos muelles que apenas ocupan el tercio más interior de la cala y tienen además dedicación pesquera y deportiva. La amenaza de un gran puerto exterior por ahora parece conjurada. Ahora bien, la historia marítima pesó y mucho.
El topónimo Ciutadella significa fortaleza o pequeña ciudad fortificada y no es casualidad que Mustafá Piali la saqueara en 1558 y se llevara (en un episodio conocido como sa desgràcia por antonomasia) 3.099 esclavos a Istanbul/Costantinopla. Murallas y fuertes responden a esta inseguridad. Se han encontrado restos romanos (Iamona) en el paseo de Sant Nicolau y los alrededores del puerto. El núcleo islámico y medieval cristiano ocupa la zona de la catedral hasta el talud de Sa Muradeta, a cuyo pie queda el Pla de Sant Joan y la Colàrsega cegada. La mezquita fue probablemente substituida por la Seu y el callejero de la ciudad de los s XIV-XVIII fue encerrado por un recinto de 25 ha, señalado ahora por Sa Contramurada, S’Esplanada des Pins, Es Born y Sa Muradeta. El eje urbano parte de la puerta del Camí de Maó (Quadrado, Ses Voltes, Major) y se conserva porticado. La muralla que subsiste hasta el s XIX era la iniciada en 1303 y reconstruida después del ataque de 1558; quedan los bastiones de Sa Font (N) y del puerto, sobre el cual estaba el alcázar real, después Palau del Governador y, ahora, Ayuntamiento. El espacio entre la muralla moderna y la ronda y L’Esplanada se macizó entre 1850 y 1900, sobre todo a partir del derribo de la cerca (1873) y la postdesamortización: Ses Cases Noves (Sant Francesc, SW) y Plaça des Mercat (Sant Agustí, centro). En la primera mitad del siglo XX, al calor de la industria artesana zapatera, la expansión se acusa por la carretera de Maó y se abre el paseo de Sant Nicolau -paralelo a la rada- como “calle residencial del porvenir”. Otra arteria de polarización, des del Portal d’Artrutx, se dirige al SE (Camí de Sant Joan de Missa) y alineará las primeras viviendas unifamiliares.
El pugilato entre las dos ciudades, casi equilibradas en tiempos del gobernador Kane (1723) en unos 4.600 habitantes (la isla tenía 16.000), se resolvió con el predominio político-administrativo de la rival. Así y todo, la expansión de fines del siglo pasado ha desbordado la Ciutadella entre calas, incorporando al otro flanco del puerto Sa Quintana y Dalt es Penyals, llenando todo el espacio desde L’Esplanada hasta el paseo marítimo, e incluso la otra orilla (segunda residencia) de la Cala des Degollador.
La ejecutoria histórica, sin embargo, puja por la vieja capital. La catedral construida en estilo gótico catalán, aunque cambió en 1814 su portada en neoclásico, conserva el finísimo portal de la Llum (1362); en el interior un baldaquino apócrifo, instalado en 1939, constituye un verdadero atentado. El antiguo convento de Santa Clara (1287), arrasado durante la guerra civil de los 3 años, fue reconstruido con escasa fortuna. El convento -ahora parroquia- de Sant Francesc (fundado en 1294) dejó un edificio gótico, reformado después; los anejos sucumbieron con la desamortización. El de Sant Agustí, más reciente (siglo XVI) conserva la iglesia del Socors y el inmueble ocupado por el Seminario diocesano desde 1858. Los palacios aristocráticos, la mayoría neoclásicos de los siglos XVIIXIX (Torresaura, Salort, Lloriac, Esquella, etc.), imprimen carácter a la ciudad. Destaquemos la cornisa y alero del casal de los Saura (ahora propiedad municipal) en la calle del Santíssim.
Y finalmente, en la Plaça des Born, presidida por el obelisco conmemorativo de “sa desgràcia”, se levanta el edificio modernista-bizantino del ayuntamiento, diseñado por Enric Sagnier. Una alusión al Caragol des Pla, la tumultuosa fiesta caballeresca sanjuanera, que se celebra en el fondo de la cala, excedería la estricta geografía.
«…Todas ellas tienen un elemento en común, la búsqueda de un urbanismo más sostenible en momentos de incertidumbre, en línea con los siguientes objetivos:
- Considerar medio físico, paisaje y biodiversidad bases de la ordenación.
- Asegurar la competitividad económica y turística de Ciutadella.
- Recuperar y regenerar lo urbano con operaciones ajustadas a escala local.
- Acotar el crecimiento, priorizando el completado de las tramas existentes.
- Mejorar la funcionalidad del uso cotidiano del espacio urbano.
- Mantener y revitalizar las actividades agropecuarias.
- Resolver los déficit de infraestructura y prevenir el impacto de los riesgos.
Bajo el lema sintético «De la extensión a la reestructuración», el conjunto de propuestas se estructura en 12 cuestiones, seis relativas al núcleo urbano y al entorno de Ciudadela y otras 6 al conjunto del territorio.
Los planos y dibujos que los acompañan, intencionadamente esquemáticos, se plantean fundamentalmente con la intención de estimular un debate tan amplio y abierto como convenga, para incorporar diversas sensibilidades y enriquecer las fases posteriores del futuro proyecto de Ciudadela. Sus enunciados enfatizan las ideas fundamentales de las líneas de actuación propuestas, y son, en cuanto al núcleo de Ciudadela y su entorno:
1. Una ciudad accesible y una movilidad diversificada: Es preciso acometer una gestión integral de la movilidad en el caso del casco antiguo y su primer ensanche debido a los notables conflictos de uso. Las propuestas incluyen aparcamientos centrales para residentes y trabajadores, disuasorios para visitantes, mejoras del sistema de autobuses y su estación y recuperación de espacios para el peatón, en definitiva propuestas de pacificación del tránsito.
2. La estructuración de una red viable de espacios libres: Ésta permite tanto mejorar la calidad de vida, como contribuir a afrontar el desafío del cambio climático. Se propone una corona de espacios públicos, un cinturón verde y azul complementado con ejes radiales que relacionan el centro con las extensiones de Ciudadela y continúan por los caminos rurales.
3. Operaciones modestas y mesuradas de reforma urbana: Se proponen algunas operaciones estratégicas vinculadas al centro histórico, reactivando unidades no ejecutadas del plan vigente, que son de interés y aprovechando nuevas áreas de oportunidad.
4. Rehacer desajustes normativos: La experiencia de los servicios técnicos municipales en la aplicación del planeamiento vigente ha permitido detectar desajustes de la norma con cambios legales posteriores, imprecisiones en definiciones y regulaciones, contradicciones, ausencia de criterios precisos, que ahora se pretende corregir.
5. El tratamiento de los bordes de la ciudad, de las coronas a las cuñas: Se propone un tratamiento cuidadoso de estos bordes para garantizar una transición adecuada entre ciudad y territorio, proteger la calidad del paisaje agrario, buscar complementariedades con el espacio urbano, y reforzar las transversalidades de 7 ejes territoriales.
6. «Urbanizar» las grandes piezas especializadas: La propuesta mejora la integración con la trama urbana del nuevo puerto y del polígono industrial, facilitando las conexiones peatonales, diversificando usos y combinando tipologías.
Y en cuanto al conjunto del territorio:
7. Consolidar la actividad productiva en Ciudadela y su periferia: Se propone atender tanto a la reorganización del sistema logístico que implica el nuevo puerto en las zonas de periferia próxima, como a las actividades compatibles en las zonas de uso mixto.
8. Conservar el suelo rústico para poner en valor territorio y paisaje: La propuesta delimita categorías de ordenación del suelo rústico teniendo en cuenta el Plan Territorial Insular, la Norma Territorial Transitoria, los Planes Directores Sectoriales y la protección de los hábitat de interés. Se propone una zona de protección y ordenación del espacio periurbano en torno al casco de Ciudadela y un Parque Agrario para consolidar dicho uso.
9. El Plan, herramienta de construcción de ciudadanía por la participación pública activa: Se ha desarrollado un programa de participación, una página web con la documentación informativa y de propuesta de modelo de ciudad. La encuesta y las sugerencias han producido aportaciones de mucho interés, especialmente sobre la percepción de los ciudadanos en cuanto a el uso cotidiano de la ciudad y sus equipamientos y sus servicios.
10. El paisaje como patrimonio: En la línea del Convenio Europeo del Paisaje, éste se entiende como una cualidad de todo el territorio, que en Ciudadela se identifica con un valioso patrimonio cultural y etnográfico que marca su identidad.
11. La mejora medioambiental y urbana de áreas turísticas obsoletas: La reactivación de áreas turísticas obsoletas tiene en cuenta las implicaciones negativas de su mal estado de conservación tanto para la calidad de vida de sus habitantes como para la imagen de Ciudadela. Es preciso mejorar su oferta complementaria para cualificar el destino.
12. Mejoras en las condiciones de calidad de las infraestructuras: Se prioriza la atención a los problemas de abastecimiento de los que alerta la planificación hidrológica, a integrar la producción de energías renovables y atender a la prevista conexión a la red de gas.
AVANCE DE PLANEAMIENTO
3 fases de «desarrollismo turístico» han sido muchas, demasiado castigo al territorio. El Avance de la Revisión del Plan General está ya encima de la mesa. Ahora hay que trabajar conjuntamente en ciudadanía, para llevar a cabo el modelo territorial, y la gobernanza.
Se ha dejado atrás también la Norma Territorial Transitoria desde el 25-10-2017 (disposición que pretende convertirse en la herramienta que orientará el planeamiento urbanístico de la isla mientras se lleve a cabo la revisión del Plan Territorial Insular).
Se aprobará inicialmente el PGOU, estará en exposición pública durante 2 meses (45 días hábiles). Posteriormente el equipo redactor contestará y analizará las alegaciones, incorporará las mejoras que crea oportunas y volverá a pleno para aprobarse de forma provisional. Se llega muy justo para que antes de que acabe el mandato (mayo-junio) el Ayuntamiento pueda dar el visto bueno final y que todo dependerá del número y la complejidad de las alegaciones. El último paso será remitirlo al Consell para que lo apruebe de forma definitiva y entre en vigor.
Rigor y transparencia.
Cada mercado es local.
Cada municipio tiene su singularidad.
Cada municipio se retrata en su parque residencial.
Seguiremos analizando las 350 ciudades más pobladas de España.