Estos gráficos representan el Parque Residencial del municipio de GIJON, Asturias
Son los Bienes Inmuebles matriculados en el Catastro, clasificados por año de inscripción y por tamaño.
Cada barra horizontal representa una década, siendo la más reciente la inferior (10′), y la más antigua la superior (<1900).
Cada color es un tamaño, del más cálido (180 m2).
La barra inferior (DELVI) representa el cálculo hecho desde Otropunto para la obtención de la Demanda Latente de Vivienda (la demanda latente: la configuran personas que no tienen vivienda y que por su perfil sociológico (edad) y socioeconómico (no están en desempleo) son potenciales compradores). Es una estimación del número máximo de viviendas que constituyen la demanda encubierta de una zona y que se basa en las personas con el perfil de los actuales compradores pero que todavía no han constituido un hogar.
Son datos fríos, sin cocinar.
Información para la toma de decisiones.
Información para el conocimiento.
Gijón es un municipio de 181,7 km2 y una ciudad, con la categoría histórica de villa, capital del concejo del mismo nombre, situada en la costa del Principado de Asturias, siendo su municipio más poblado. Gijón es, además, una parroquia del concejo, cuya única entidad singular de población es la localidad homónima y es además conocida como la capital de la Costa Verde.
Se sitúa en la zona central-superior de Asturias, a 28 km de Oviedo y 26 km de Avilés, sobre una rasa litoral en las estribaciones de la Cordillera Cantábrica, forma parte de la vertiente hidrográfica cantábrica y se sitúa en su punto más alto (Pico Cima) a 737 msnm, formando parte de una Gran Area Metropolitana que abarca 20 concejos del centro de la región, vertebrada con una densa red de carreteras, autopistas y ferrocarriles y con una población cercana a las 900.000 habitantes, que la convierten en la 7ª de España. La ciudad forma además parte del «ocho asturiano».
El término municipal de Gijón tiene forma vagamente rectangular. La ciudad, está situada en el tramo costero central del concejo, en una bahía dividida por la península de Cimadevilla (casco antiguo) que separa la playa de San Lorenzo al E, del puerto deportivo, playas de Poniente y Arbeyal, astilleros y puerto de El Musel, al O.
El término municipal de Gijón limita con los siguientes concejos: Carreño al NO, Corvera al O, Llanera al SO, Siero al S y Villaviciosa al E. Con Sariego sus límites llegan a unirse en un pequeño punto correspondiente a la Peña de los Cuatro Jueces, así llamada por constituir la confluencia de los concejos de Gijón, Villaviciosa, Sariego y Siero. La población del concejo se reparte en 22 parroquias: Baldornón, Fresno, Porceyo, Cabueñes, Granda, Ruedes, Caldones, Huerces, Santurio, Castiello,Bernueces, Lavandera, Serín, Cenero, Leorio, San Andrés, Deva, La Pedrera, Vega, Fano, Poago, Veriña y Gijón.
El municipio o concejo de Gijón se divide en 6 distritos, que a su vez está compuestos de 45 barrios o parroquias, según sea zona urbana o rural: Centro (Centro, Cimadevilla y Laviada), Este (La Arena, El Bibio, Las Mestas, Viesques, El Coto y Ceares), Llano (El Llano), Sur (Pumarín, Montevil, Contrueces, Polígono de Pumarín, Perchera-La Braña, Nuevo Gijón, Santa Bárbara y Roces), Oeste (La Calzada, Jove, Tremañes, Natahoyo, Moreda y Veriña), Rural (Baldornón, Bernueces, Cabueñes, Caldones, Cenero, Deva, Fano, Fresno, Granda, Huerces, La Pedrera, Lavandera, Leorio, Poago, Porceyo, Ruedes, San Andrés de los Tacones, Santurio, Serín, Somió y Vega).

Parroquias de Gijón.
El ayuntamiento de Gijón divide, territorialmente, el término municipal del concejo entre el casco urbano de la ciudad y 25 parroquias rurales: Serín, San Andrés de los Tacones, Fresno, Poago, Veriña, Jove, Gijón, Somió, Cabueñes, Deva, Caldones, Baldornón, Fano, Lavandera, Huerces, Leorio, La Pedrera, Ruedes, Cenero, Porceyo, Tremañes, Roces, Granda, Bernueces, Vega y Santurio
Fundada en el siglo V aC, había sido una población eminentemente industrial, lo que había favorecido su gran desarrollo y crecimiento a lo largo del siglo XX; no obstante, durante los últimos años la crisis de la siderurgia y el sector naval ha supuesto su reconversión en un importante centro turístico, universitario, financiero y de servicios.
Gijón está situada al Este del Cabo Peñas, diseminada a lo largo de la Bahía de Gijón o de San Lorenzo. Los orígenes de la ciudad se encuentran en el Cabo Torres, que cierra la bahía por el O, donde se localizan los restos del castro o poblado fortificado del pueblo astur de los cilúrnigos (s. V aC). Tras la conquista romana (año 29 aC) fue abandonado para crear un nuevo núcleo en la península situada en mitad de la bahía (hoy barrio de Cimadevilla). Así surgió la villa primitiva de Gijón, en torno al siglo I dC como un pequeño asentamiento amurallado que sufrirá durante los siglos XIII y XIV turbulentos periodos con las luchas entre los nobles asturianos y el rey de Castilla, hasta el desarrollo y la expansión propiciado por los Reyes Católicos que en 1480 autorizan la construcción del puerto. A fines del siglo XVIII Gijón se convierte en la capital marítima de Asturias al evolucionar como ciudad industrial y comercial, modelo reforzado durante los siglos XIX y XX.
Hoy Gijón es la 15ª ciudad por población de España (277.326 personas empadronadas 1.1.2015)
La evolución de la ciudad de Gijón se realiza considerando 3 etapas muy significativas en su desarrollo: una primera que comprende desde su fundación hasta el siglo XVIII (la ciudad preindustrial), otra que abarca hasta el desarrollismo de la primera mitad del siglo XX (la ciudad industrial) y, finalmente, una tercera que considera los crecimientos urbanos desde la segunda mitad del siglo pasado y la ciudad actual.
1) La ciudad hasta el siglo XVIII

Cimavilla – Gijón
El emplazamiento elegido para la “Gigia” de los romanos fue un islote escarpado conectado a la costa por un tómbolo arenoso, transversalmente al cual se levantó la muralla. El crecimiento medieval de Gijón, ya sobre el tómbolo, fue muy escaso, y sólo muy avanzado el siglo XVIII conoció la villa una expansión significativa perceptible en las calles más o menos paralelas entre sí que, desde el tómbolo, se prolongan hacia el S, y en otras divergentes que se orientan hacia el SO, en las proximidades del puerto. Aún así, el crecimiento fue pequeño, pues esas calles no se desarrollaron plenamente hasta la 2ª mitad del siglo XIX.
El concejo de Gijón y su capital, renacen a la historia a finales del siglo XIII, cuando hacia 1270 el monarca castellano Alfonso X concede a la villa de Gijón fuero y carta puebla para su fundación. En el siglo XII el sistema feudal se había consolidado plenamente y la nobleza extendía su señorío sobre tierras y personas. Como contrapeso a esta situación, el poder real castellano llevó a cabo en todos sus dominios una política repobladora y de reorganización territorial, concediendo privilegios y exenciones y concentrando a los pobladores en villas y polas, con el objetivo de sustraerlas de la influencia y el control del poder nobiliario e implantar tributos que nutrieran de caudales las arcas reales. Esta política repobladora fue especialmente intensa en la costa cantábrica por el interés de la corona en controlar el tráfico de mercancías y pesquerías que se producía en los puertos de los villazgos costeros y el lucrativo comercio marítimo que llevaban a cabo las flotas de cabotaje que recorrían toda la costa desde Galicia hasta el canal de la Mancha, así como el suministro de sal para las manufacturas de salazones a través de los alfolíes o almacenes de sal bajo el estricto control de oficiales reales. En este contexto, Alfonso X concede a los vecinos y pobladores carta puebla para la fundación de la Pola de Gijón, tal y como consta en la documentación del monasterio de San Vicente de Oviedo: «la nuestra eglesia de la puebla de Gijón que nos [Alfonso X] mandamos fazer en Asturias». La nueva puebla o pola de Gijón, con su recia muralla, ocupa el lugar de la antigua civitas romana, formando el núcleo urbano de la capital del concejo, en tanto que el territorio circundante forma su alfoz, precedente inmediato del actual término municipal con sus parroquias.
En el cerro de Santa Catalina, un peñón comunicado con tierra por medio de un estrecho tómbolo, emplazaron los romanos un campamento militar cercado. Del siglo XIII data la “carta puebla” de Gijón, concedida por Alfonso X, que marcaría el inicio de la revitalización de este asentamiento tras la etapa de declive que pasara en los siglos anteriores; tras un nuevo periodo de recesión de casi un siglo (desde finales del XIV a finales del XV), la villa conoció una fase expansiva que propiciaría la extensión del espacio construido fuera del recinto primitivo.
En la 2ª mitad del siglo XIII las circunstancias políticas encumbraron a los condes de Noreña que habían sabido ganarse el favor real para obtener importantes beneficios. En 1295 la villa de Gijón pasa a depender de este linaje nobiliario y se ve envuelta en una serie de contiendas civiles entre diferentes miembros de la familia de los Trastámara que terminan con su destrucción a manos de las huestes reales en 1395 y la ruina de la muralla y las torres defensivas que habían convertido hasta entonces a la pola de Gijón en una plaza inexpugnable, ayudada al N por los acantilados del cerro de Santa Catalina y al S por el istmo arenoso que en pleamar se cubría por las aguas y la aislaba de tierra. De la 1ª mitad del siglo XV data precisamente una descripción realizada por Gutierre Díez de Games en la que se pone de manifiesto ese carácter de plaza fuerte, al considerar que Gijón es «…una villa cerca la mar de Poniente; cerca la mar, la más larga entrada que tiene habrá hasta trescientos pasos de bajamar, y de pleamar habrá la mitad. En este espacio tiene un castillo, asentado en unas fuertes peñas, en que bate la mar, y todo lo al a la villa cerrar es peña tajada y muy alta…»
A pesar de su destrucción y ruina, Gijón no se despobló, la vida continuó, constatándose la existencia de funcionarios reales en el concejo pocos años después. Sin embargo, al calor de nuevas contiendas civiles y enfrentamientos nobiliarios en Castilla durante la 2ª mitad del siglo XV, emerge en la villa la poderosa familia de los Valdés, originaria de San Cucao de Llanera, que trata de hacerse con su control apoderándose, precisamente, de los documentos de su archivo, aquellos que otorgaban entidad y validez jurídica al concejo y a sus vecinos. Entre esos documentos se encontraba un privilegio real otorgado por Enrique II en 1372 en el que se eximía a los gijoneses del pago de los portazgos en todo el reino, privilegio que sería posteriormente confirmado por la reina Juana en 1512.
El renacer urbano de Gijón tras su destrucción en 1395 fue lento y costoso. La población se concentraba en la zona occidental del cerro de Santa Catalina y presentaba un caserío humilde y apretado que se adaptaba a la topografía del terreno. A lo largo de los siglos XVI y XVII, la población desbordó, sin embargo, el primigenio emplazamiento, convertido ya en el barrio de Cimadevilla, extendiéndose por la lengua arenosa, que servía de asiento a la zona conocida como Baxovilla. Este crecimiento irá ramificándose, pero orientado principalmente hacia mediodía, siguiendo la dirección del camino de Castilla, configurándose por entonces la calle Ancha de la Cruz. En la zona baja de la villa la aristocracialocal levanta durante este periodo algunos de los edificios más singulares y representativos de Gijón, encuadrados por lo general en un barroco de formas sobrias y contenidas y gran belleza.
Laso García de la Vega construye la primitiva casa de los Jove Llanos a finales del XV; Pedro de Valdés levanta su palacio de torres almenadas y su capilla adyacente al lado de la parroquial de San Pedro; los Ramírez de Jove edifican su casa en la plaza de la Barquera en el XVI, y lo mismo hacen otras familias gijonesas a lo largo del XVII. En 1572 comienza la construcción de la Torre del Reloj sobre los cimientos de una de las torres de la antigua muralla, será la casa consistorial del concejo hasta el siglo XVII, se mantendrá como cárcel municipal. De esta época es el hospital de peregrinos o de los corraxos, vinculado al Camino de Santiago y situado al lado de la capilla de los Remedios. En 1410 se inicia la construcción de la iglesia parroquial de San Pedro, y en 1669, la del convento de las monjas agustinas recoletas, ubicado en la zona alta del barrio de Cimadevilla.
Gijón cobró impulso a partir del XVI sobre todo gracias al mar. Desde entonces la historia de la villa corrió pareja al desarrollo y las vicisitudes del puerto. Aunque las primeras instalaciones portuarias se hallaban enclavadas sobre el antiguo arenal de San Pedro, una de las primeras medidas que los RRCC tomaron respecto a Gijón fue autorizar en 1480 de la construcción de un cay o muelle de mar de mayores dimensiones en el lado occidental del cerro, para cuya financiación establecieron un impuesto sobre las mercancías que arribaran a la ciudad. Pero los fondos no fueron suficientes para terminar las obras y los gijoneses tuvieron que recurrir a Carlos I, que expidió en 1554 una provisión que permitía a la villa tomar a censo 1.600 ducados para proseguir la construcción del muelle. En el primer libro de actas conservado, que data del año 1560, se recogen precisamente los acuerdos de la corporación municipal relativos al cay. Las obras del puerto continuaron durante el reinado de Felipe II, aunque no fueron finalizadas por problemas económicos hasta 1595. Se agregó un contracay o muelle de tierra, formándose una pequeña dársena. Dentro de la misma fue habilitado un astillero para la construcción y reparación de barcos, ubicado en la plaza de la Barquera.
A principios del siglo XVII el puerto de Gijón era el más importante del Principado de Asturias; en él entraban muchos navíos con productos procedentes de Francia, Inglaterra, Holanda o Flandes, y la captura de buenos pescados y ballenas era abundante. La precariedad de las instalaciones portuarias condicionó la actividad marítima gijonesa a lo largo de estos siglos.
2) La ciudad hasta el desarrollismo
En las últimas décadas del siglo XVIII Gijón experimentó un relativo desbordamiento del espacio construido hacia el S, más allá de los límites de la ciudad preindustrial; de esta forma, se incorporaron a la ciudad 3 áreas bien definidas: el arrabal de la Rueda, el Humedal, zona de marismas que fue desecada en los años 80′, y, sobre todo, la zona más extensa, la coincidente con el “Plan de Mejoras” que Jovellanos presentó al Ayuntamiento en 1782. El parcelario actual del centro de Gijón responde básicamente al diseño planteado en el Plan de Mejoras; un diseño que establecía el trazado de un conjunto de calles en disposición prácticamente radial que, partiendo de la ciudad antigua, terminarían en una tapia meridional que el propio Plan preveía. Estas calles estarían cortadas por otras con dirección E-O, delimitando así un parcelario de trazado bastante regular. Poco tiempo después, en función de lo dispuesto en una Real Orden de 1836, se levantaría en el borde de la ciudad una cerca militar, cuya disposición en puntas de estrella aún se reconoce en el trazado de las calles que ocuparon su lugar una vez derruida a finales del siglo, correspondiéndose aproximadamente las puntas de la citada estrella con la actual plaza de San Miguel, el Paseo de Begoña, la zona del Humedal y la estación de Langreo.
Aparte de la ocupación y densificación de las calles abiertas a fines del XVIII según el “Plan de Mejoras” de Jovellanos, de algunas operaciones limitadas de reforma interior, o de algún ejemplo de creación de suelo urbano, lo que resulta más reseñable es la aplicación de 2 mecanismos de producción de suelo: el Ensanche y las parcelaciones particulares. Espacios todavía escasamente ocupados a mediados del XX, en los que las intervenciones públicas se reducían al grupo de “casas baratas” del Coto de San Nicolás (1927-1929), situado entre la cárcel y el cuartel del Coto.
Al amparo de la ley de Ensanche de Poblaciones de 1864 se aprobó, en 1867, el “Ensanche del Arenal”, que afectaba a terrenos aledaños a la playa de San Lorenzo. Pero no se trataba de un Plan de urbanismo, sino de un simple plan director aplicable a terrenos que, en su gran mayoría, eran de un solo propietario, el cual los veía así revalorizados, a favor de la aprobación administrativa.
El plano de ensanche incluye un sector de estructura radio-concéntrica a partir de una plaza elíptica (mediante la que conectaba con las alineaciones del casco definidas por las fortificaciones de 1837), y otro de planta reticular. Eran calles de poca anchura, con edificaciones bajas en manzanas cuadrangulares cerradas, que dejaban grandes patios interiores, en muchos casos ocupados por viviendas obreras (“ciudadelas”) o por industrias.
A favor del crecimiento demográfico provocado por el desarrollo de la industria, y rodeando el Ensanche y la ciudad histórica, desde 1880 se multiplican las parcelaciones particulares sobre las fincas rústicas lindantes con carreteras o caminos de acceso a la ciudad, cuyos propietarios las subdividen en parcelas, por lo general de cortas dimensiones, para hacerlas asequibles a sus destinatarios. Son un mosaico de retículas independientes entre si y mal conectadas (El Humedal, El Fumeru, El Tejedor, El Real, Ceares, Llanos de Abajo, del Medio y de Arriba, Coto de San Nicolás), de ocupación lenta que, en algunos casos como el del Coto, en los años 40′ aún estaba muy lejos de haberse edificado. La aplicación de este sistema fue fruto de la inexistencia de un plan conjunto hasta 1947, aunque el de esa fecha quedaría inmediatamente desvirtuado.
La primera operación de importancia en el Coto de San Nicolás, en lo que a ocupación residencial del mismo se refiere, estuvo representada por una actuación pública: la construcción del grupo de “casas baratas”, edificadas entre 1927 y 1929 en el espacio que mediaba entre la cárcel y el cuartel del Coto, edificios ambos que se habían localizado aquí en la primera década del siglo XX. Las 42 manzanas restantes de la parcelación se fueron ocupando por residencias unifamiliares con huerta, adquiriendo la zona la apariencia de una ciudad-jardín. Sin embargo, el proceso de sustitución del caserío en este sector ha sido tal que son pocos los elementos que recuerdan la primitiva configuración de la zona, como no sea el trazado de las calles y algunas residencias unifamiliares.
Gijón entra en el siglo XVIII oyendo los tambores de la guerra de Sucesión que llevan al trono español a la dinastía francesa de los Borbones en la persona de Felipe de Anjou, a quien Carlos II deja su imperio en herencia. Durante la contienda, el gijonés Francisco Ramírez Valdés resultó muerto en Italia defendiendo la causa borbónica frente a las pretensiones del archiduque Carlos de Austria. El monarca, como recompensa a su heroico comportamiento, concedió a su familia el marquesado de San Esteban del Mar de El Natahoyo en la persona de Carlos Miguel Ramírez de Jove, quien a principios del siglo finaliza la construcción de su espléndido palacio en la plaza de la Barquera a partir de la torre conocida anteriormente como el hórreo del licenciado Ramírez.
El «Siglo de las Luces» tuvo en el gijonés Gaspar Melchor de Jove Llanos a una de sus figuras más destacadas, cuyas ideas condicionarán buena parte de la historia de la villa.
«La villa de Gijón debe el mar a Dios y cuanto es al mar y a Jovellanos».
A través de los fondos del Archivo Municipal se pueden rastrear no sólo algunos de los proyectos que el ilustre patricio desarrolló en su localidad natal, sino también otros llevados a cabo en el contexto reformista de la época, como el llamado Catastro del marqués de la Ensenada (1752), dentro de la política hacendística de la corona, un interrogatorio que tenía como finalidad el acopio de información sobre la población, la producción y los bienes de la corona de Castilla que debía servir de base para unificar los diferentes impuestos que componían las denominadas rentas provinciales en una «única contribución», constituyendo todo un estado general de la economía y la sociedad en el siglo XVIII.
El puerto siguió desempeñando un papel importante en el desarrollo de Gijón, dado que el progreso de la villa dependía en gran medida de él. De construcción endeble y defectuosa y pequeñas dimensiones, sufrió una serie de destrozos que terminaron por arruinarlo definitivamente a mediados del siglo XVIII.
El comercio marítimo gijonés con otros puertos de la península o de Europa se desarrolló de forma muy significativa durante todo el XVIII. El gran impulso llega a partir del último tercio de la centuria, cuando se pone fin al monopolio comercial de Sevilla y Cádiz con las colonias de ultramar. En 1765 se concede al puerto de Gijón la autorización para el comercio libre y protegido con las Antillas, ampliándose en 1778 al resto de las Indias, y así se refleja en los libros de acuerdos municipales. Este hecho termina por consolidar el puerto de Gijón como el más importante puerto comercial de Asturias. Además del carbón que comenzaba a extraerse para los departamentos de Marina, en la dársena gijonesa se embarcaban a finales del siglo frutos naturales, mantecas y ganado vacuno y lanar, así como productos de la naciente industria. Por otra parte, se descargaban artículos de los que carecía el Principado, como aceite o vino. Junto al comercio marítimo y de cabotaje, la otra actividad del puerto era la pesca. Abandonada la captura de ballenas desde finales del XVII por la escasez de especímenes en las costas, los pescadores se dedicaban a las costeras de la sardina, el atún, el congrio, la merluza y el besugo. La sardina, tras abastecer a la población, se preparaba principalmente para su envío a los territorios de León y Castilla, sobre todo en escabeche y salazón. Precisamente, la necesidad de una salida terrestre en condiciones a la Meseta será por fin tomada en consideración en el plan radial de carreteras de Carlos III para conectar Madrid con la periferia peninsular. En 1771 dan comienzo las obras de la calzada que Gaspar de Jovellanos dirigirá desde 1782 hasta 1792, en que logra finalizar el trazado entre Gijón y Oviedo.
Al amparo del puerto y de la mejora de las comunicaciones terrestres, comenzó a desarrollarse una incipiente actividad manufacturera. Gijón contaba al finalizar el XVIII con varios talleres, entre los que destacaban el de curtidos de toda clase de pieles y tafiletes de colores; el de loza fina a la inglesa, imitación de la de Brístol, y un establecimiento tipográfico en funcionamiento desde 1794. La mayoría de estas instalaciones se localizaban en la zona occidental de la ciudad, fundamentalmente en el arrabal de La Rueda.
Con la mejora de las comunicaciones y la habilitación y reforma del puerto, Gijón experimentó un crecimiento urbano hacia poniente y mediodía, desbordando la antigua Baxovilla del XVII. El 6.10.1782 el consistorio gijonés aprueba una representación de Gaspar de Jovellanos sobre «ideas para aumentar la población, la industria y el comercio» conocida como plan de mejoras de Jovellanos, que quedó transcrito en el libro de acuerdos municipales de ese mismo año y que pretende articular la expansión de la villa bajo los parámetros propios del racionalismo ilustrado.
La villa crece por primera vez hacia el S de forma ordenada a partir de un conjunto de calles trazadas a cordel desde el cerro de Santa Catalina y cruzadas por otras de E a O, dando lugar a una serie de manzanas alargadas, en medio de las cuales se sitúa una nueva plaza. Se plantea, entre otras cosas, una cerca que protegiera a la población de la embestida de las arenas y que prolongara el Muro de San Lorenzo recientemente finalizado, así como diversas plantaciones de árboles en las carreteras de acceso a la villa con el objeto de mejorar su ornato.
Siguiendo el programa de mejoras de Jovellanos, se construye en 1782 una nueva Puerta de la Villa o del Infante a la entrada de la calle de Corrida o Ancha de la Cruz en sustitución de la que había en el arenal de la Trinidad, dado que el crecimiento urbano había mostrado la necesidad de reubicarla a las afueras de la ciudad. La 1ª piedra de la nueva puerta la puso el propio Jovellanos con toda solemnidad el 18.9.1782, a quien se le daban «las debidas gracias a nombre de este Ayuntamiento por el celo patriótico con que promueve las utilidades públicas de esta provincia y distinguidamente las de esta villa, que se gloria de tener un hijo de prendas y cualidades tan relevantes, por naturaleza y por su distinguido nacimiento».
La otra gran contribución de Jovellanos a su ciudad fue la creación de la Escuela de Náutica y Mineralogía. En los informes que el prócer gijonés realizó sobre la explotación de los yacimientos de carbón asturianos proponía el establecimiento de una escuela para difundir en el Principado los conocimientos científicos necesarios para el laboreo en las minas y la formación de pilotos diestros en la navegación. En 1792 se aprobó su fundación en Gijón, tras el ofrecimiento por parte de Jovellanos de un edificio para su instalación y de una renta anual de 50.000 reales para su sostenimiento, y en 1793 se le concedió la denominación de Real Instituto Asturiano, una vez superados los impedimentos promovidos en Oviedo desde la Universidad y la Diputación del Principado. El 7.1.1794 se celebró solemnemente el acto de apertura del Instituto con 50 alumnos matriculados y 6 profesores bajo la dirección del hermano del fundador, Francisco de Paula, capitán de navío de la Armada retirado y regidor perpetuo, que había sido nombrado recientemente alférez mayor de la villa de Gijón.
El mundo que conocían los gijoneses a finales del XVIII se vió profundamente transformado a partir de la guerra de Independencia que marcó el final del Antiguo Régimen y sentó las bases del liberalismo decimonónico. La chispa de la guerra prendió en la ciudad el 27.4.1808, cuando un grupo de vecinos se manifiestó, ante la residencia del consulado francés en la calle Corrida, a favor de Fernando VII —que se hallaba retenido en Francia— y en contra de José I. Tras la declaración de la guerra a Napoleón el 25.5.1808 por parte de la Junta Suprema del Principado, Gijón colaboró en la formación del ejército asturiano como otros concejos, saliendo de su puerto en dirección a Inglaterra José María Queipo de Llano —el futuro conde de Toreno—, Ángel de la Vega Infanzón y Fernando Álvarez de Miranda, enviados en embajada por la junta a recabar la ayuda de los ingleses. En el transcurso de la guerra, la localidad fue ocupada en varias ocasiones por las tropas francesas que habían invadido el Principado. En una de esas ocasiones permanecieron en la villa más de un año. Durante ese tiempo, sólo quedaban en ella «los intrépidos pescadores de Cimadevilla y escasa guarnición», tras la huida de las familias acomodadas.
La última ocupación obligó a huir de la ciudad a Jovellanos, que había regresado en loor de multitudes el 6.8.1811 tras participar como diputado en las Cortes de Cádiz, falleciendo poco después en Puerto de Vega (Navia). Su desaparición física personifica en cierta manera el ocaso de una época de la historia de la villa. Sin embargo, muchos de sus proyectos y de sus ideas, tanto para la ciudad como para la región serán realizados años después de su fallecimiento, confirmando de esta forma la modernidad del pensamiento del hijo más ilustre de Gijón.
El Gijón del XIX.
La guerra de la Independencia iniciada en 1808 y la muerte de Gaspar Melchor de Jovellanos en 1811 simbolizan en cierto modo el punto de inflexión entre el final del Antiguo Régimen y el inicio de la época liberal en Gijón. A lo largo del XIX la villa sufre una profunda transformación en todos los ámbitos. El tráfico portuario del carbón asturiano impulsa el desarrollo industrial y urbano de Gijón, que se extiende al tiempo que aumenta su población, atraída por las fábricas que se van instalando.
En noviembre de 1812 se elige en la ciudad el primer Ayuntamiento constitucional por sufragio universal masculino indirecto.
La explotación de hulla de la cuenca central asturiana marca el comienzo del desarrollo industrial de Gijón. En 1842 se abre la carretera Carbonera y 10 años después se inaugura el ferrocarril de Langreo. El tráfico de mineral por el puerto gijonés impulsa el desarrollo fabril de la villa, instalándose factorías como la vidriera La Industria o la fundición La Begoñesa, que amplían el panorama iniciado por la Fábrica de Tabacos durante el trienio liberal. Se amplían las infraestructuras portuarias con la construcción de un dique exterior al norte de la vieja dársena como consecuencia de la intensificación del tráfico carbonero.
El crecimiento demográfico durante la primera mitad del siglo queda plasmado en el primer censo de población elaborado con métodos modernos en 1857, fecha en que la villa contaba con 10.378 habitantes, y el resto del concejo, con 13.243.
Al mismo tiempo, el desarrollo espacial de la ciudad industrial requería la aplicación de una normativa urbanística. La corporación gijonesa aprueba en 1844 unas nuevas Ordenanzas Municipales para el buen gobierno y conservación de la policía urbana de la villa, que se mantienen vigentes durante todo el siglo. Se abordan cuestiones relativas a la organización del recinto urbano, tales como la circulación por el mismo, la edificación de viviendas, el ornato de las calles, los mercados, los establecimientos públicos, la policía de salubridad, los espectáculos y diversiones públicas o la moralidad y decencia pública.
El progreso de la villa se hace visible a mediados de siglo con la construcción en 1853 del Teatro de Jovellanos, edificio de estilo clasicista diseñado por el arquitecto Andrés Coello y situado al lado del Instituto Asturiano, y la instalación en 1862 de las primeras farolas de aceite para el alumbrado público. En 1865 se inaugura la nueva casa consistorial en la plaza de la Constitución.
Poco después, la revolución de septiembre de 1868 que destrona a Isabel II es acogida con enorme entusiasmo en Gijón, donde se forma una Junta Provisional de Gobierno en la que participan numerosos demócratas. Para defender la nueva situación se organizan milicias denominadas Voluntarios de la Libertad.
A partir de entonces, el protagonismo político en Gijón corresponde a los conservadores, que se reúnen en torno a los condes de Revillagigedo, Álvaro Armada y Fernández de Córdoba y posteriormente su hijo Álvaro Armada de los Ríos, quienes dominan, junto a Alejandro Pidal y Mon, la representación de la ciudad en el Congreso de los Diputados. Los liberales fusionistas apenas tienen fuerza en la villa y el espacio político progresista es ocupado fundamentalmente por los republicanos federales, entre los que se encuentran Nemesio Sanz-Crespo, Eladio Carreño o Tomás Zarracina. El republicanismo vive al principio unos años entre la prohibición y la marginalidad, pero poco a poco va consolidando su espacio en la política local, acaparando los apoyos de la burguesía más progresista y de sectores del proletariado local. Frente a los partidos burgueses, a finales de siglo aparecen en Gijón las primeras organizaciones obreras. En 1885 los anarquistas articulan su federación local y en 1891 el obrero portuario Francisco Cadavieco establece en la villa la primera agrupación socialista asturiana, creándose también multitud de sociedades obreras y de resistencia. En 1881 tiene lugar la fundación del Ateneo Casino-Obrero, que se convierte en un centro político y de difusión cultural de gran importancia en la villa.
La corporación gijonesa aprueba durante el último tercio del siglo numerosos reglamentos municipales, entre los que destacan el de policía urbana de 1888 —que complementaba las ordenanzas de 1844— y los que pretenden regular la celebración de las sesiones del Ayuntamiento.
El desarrollo de Gijón se precipita durante los últimos años del siglo. En 1874 se abre la vía férrea que une Gijón con Pola de Lena, primer tramo de la conexión definitiva de la ciudad con Madrid a través de Pajares, que se alcanza 10 años después. En 1879 se instala la factoría de la Sociedad Anónima Fábricas de Moreda y Gijón, la 1ª gran industria siderometalúrgica de la localidad, fundada por el ingeniero francés Isidoro Clausel de Coussergues. Entre 1872 y 1883 se levantan los muelles de Fomento en la zona de El Natahoyo a costa del arenal de Pando, que se pierde irremisiblemente. El proceso industrializador de la villa provoca un gran crecimiento demográfico
La población alcanza la cifra total de 47.544 almas en 1900, superando ya ampliamente los vecinos del núcleo urbano a los del resto del concejo. Este aumento queda reflejado en el desarrollo espacial de la ciudad, que se había acelerado tras el derribo de la fortificación en la década de 1870. De las 60 ha que tenía Gijón en 1868 se pasa a las 388 ha en 1910.
La necesidad de un puerto de refugio en Asturias produce una virulenta polémica en la ciudad entre los partidarios de ampliar el muelle local existente y los defensores de construir una nueva instalación en la ensenada de El Musel. Los miembros de la burguesía local y regional se dividen en apadagoristas —por la forma de apagador del plano de ampliación del puerto local—, en su mayoría navieros con intereses consolidados, y muselistas, entre los que se encontraban empresarios mineros que clamaban por unas mejores condiciones de embarque que hicieran más competitivo el carbón asturiano en otros mercados. Esta polémica marca la política gijonesa hasta que se decide finalmente la construcción de un nuevo puerto en El Musel. Aunque las obras comienzan en 1893, la infraestructura no será operativa hasta los primeros años del siguiente siglo.
El centro de la ciudad, ocupado socialmente por la burguesía, se dota en el último cuarto de siglo de una serie de servicios y equipamientos municipales, muchos de los cuales no llegan hasta mucho más tarde a los barrios obreros periféricos. Algunos de ellos —en la línea del programa que Gaspar de Jovellanos había presentado al consistorio a finales del XVIII— quedan recogidos en un Plan de Mejoras Locales que la corporación gijonesa aprueba en 1882, como la «imperiosa necesidad de abastecer á esta población de las aguas potables, de que carece», así como la «construcción de un macelo en que puedan sacrificarse las reses de todas clases, que se destinen al consumo general». Entre 1876 y 1899 se pavimentan las calles, se instala un sistema de alcantarillado para el saneamiento, se establece un servicio municipal de arrastres y limpiezas, se acomete la primera traída de aguas moderna del manantial de Llantones, se emplea el alumbrado de gas y eléctrico en sustitución del aceite y el esquisto, se instala la red telefónica que complementa a la telegráfica, se abre una línea de tranvía de tracción a sangre –tirado por mulas– hasta La Guía y se construyen los mercados cubiertos de Jovellanos y del Sur, así como el macelo de El Natahoyo con el fin de mejorar los lugares de abastecimiento de la población. Al tiempo que esta área se consolida, se va formando un extrarradio urbano de viviendas obreras en las zonas de mayor concentración fabril.
Hasta 1875 la mayor parte del caserío de la ciudad era todavía de carácter rural, no muy diferente a las viviendas campesinas del campo circundante, aunque había otro estilo más academicista en el que estaban encuadrados los edificios públicos más importantes, como la propia casa consistorial, el Teatro Jovellanos o el Instituto Asturiano. Este último, que pasa a denominarse con el nombre de su fundador y se equipara en sus prerrogativas a los demás institutos provinciales, se concluye finalmente en 1892 con la construcción de 2 nuevas plantas. Durante el último cuarto de siglo se difunden por el centro de la villa las llamadas casas de vecinos para vivienda de la burguesía, edificios de 3 o más pisos en los que los balcones y miradores adquieren gran difusión. En estas casas, las estancias principales o de prestigio, como los gabinetes, las salas o los despachos, dan a la fachada principal, mientras que los espacios de servicio, como la cocina y el váter, y con frecuencia el comedor, por su cercanía a la cocina, se localizan en la zona posterior de la casa, donde suele abrirse una galería de madera; estas dos zonas comunican entre sí mediante largos pasillos, en cuyo recorrido se establecen los dormitorios y las llamadas habitaciones italianas, normalmente sin ventilación directa a la calle o al patio de luces, por lo que disponen de pequeños ventanucos que dan al pasillo. Junto a estas viviendas, la burguesía más adinerada también construye palacetes en el centro urbano y sobre todo en la parroquia de Somió, que se convierte a finales de siglo en una «ciudad jardín» en la que se levantan numerosas villas o quintas de recreo como segunda residencia para el verano.
La burguesía promueve, además, la instalación de otros servicios y mejoras en la ciudad relacionados con su tiempo de ocio. En el frente de la playa de San Lorenzo se instalan entre 1885 y 1892 varios balnearios para baños de ola tras la desaparición del arenal de Pando al que acudían tradicionalmente los gijoneses.
En el ensanche del arenal de San Lorenzo se edifica el Teatro- Circo Obdulia en 1876 —más tarde denominado Los Campos Elíseos por la zona en la que se ubicaba—, así como la Plaza de Toros de El Bibio en 1888. Igualmente, el Café y el Teatro Dindurra en 1899, situados en el paseo de Alfonso XII, que se convierte en la zona de expansión de la burguesía finisecular gijonesa, acogiendo las nuevas fiestas mayores de Nuestra Señora de Begoña desde mediados del XIX. Durante los festejos de 1891 el Ayuntamiento erige 2 monumentos muy significativos para la ciudad, las estatuas de Pelayo y de Gaspar de Jovellanos. La primera, que había sido una idea del propio prócer gijonés, se ubica en la plaza del Marqués, frente al palacio del conde de Revillagigedo, mientras que la segunda, que significaba el reconocimiento del pueblo de Gijón a su más ilustre hijo, se sitúa a la entrada de la calle Corrida, en la plaza del Infante, donde hasta 1886 había estado la Puerta de la Villa, cuya construcción había promovido el propio Jovellanos, y que a partir de entonces se denomina plaza del Seis de Agosto.
El progreso económico e industrial que Asturias experimenta a lo largo de los últimos años del siglo queda perfectamente reflejado en el gran acontecimiento que cierra el siglo XIX en Gijón. La Exposición Regional de 1899 pone el broche final al progreso de una villa orgullosa de su desarrollo. La prensa local había acogido con simpatía la idea de celebrar una exposición en la ciudad que diera «perfecta idea del desarrollo é importancia mercantil é industrial de esta laboriosa región». La Cámara de Comercio acordó por unanimidad celebrar un certamen regional durante el verano de 1899, solicitando el concurso del Ayuntamiento para su realización. Se formó entonces una comisión organizadora en la que participaban El Círculo de la Unión Mercantil e Industrial, el Casino de Gijón, el Ateneo-Casino Obrero, la Escuela de Artes y Oficios, los diarios El Comercio y El Noroeste, el Instituto de Jovellanos y el Casino La Peña. La Exposición Regional se inauguró con gran éxito de participantes y público el 23.7.1899 en el parque de Los Campos Elíseos, arropada por una serie de festejos estivales que pretendían realzar el certamen ferial. En el recinto de la exposición se diferenciaban 3 partes: los jardines de la izquierda, donde se encuentraba la gran galería de las secciones industriales; el Circo-Teatro, y los jardines de la derecha, en los que se ubicaba el extenso pabellón destinado a bellas artes. Allí se dieron cita las industrias y los artistas asturianos más importantes del momento.
Fabricas y ciudades. Los inicios de la sociedad industrial. El intenso desarrollo de la minería del carbón a mediados del siglo XIX en la cuenca central asturiana, vinculado a una infraestructura vial que desemboca en el puerto de Gijón, marca el comienzo del proceso industrializador de la villa. A partir de entonces, el tráfico de mineral por la carretera Carbonera y el ferrocarril de Langreo generan un movimiento portuario que constituye la causa inmediata de su desarrollo. Gijón se convierte entonces en una importante ciudad industrial, localizándose en ella cuantiosas fábricas a las que se dirige un número considerable de inmigrantes que provocan un intenso crecimiento demográfico.
A principios del XIX, la actividad industrial en la ciudad no había variado sustancialmente respecto a la que existía a finales de la centuria anterior. Poco a poco, sin embargo, van apareciendo nuevos establecimientos fabriles que la modifican profundamente.
En 1822 se instala la Fábrica de Tabacos en el palacio de los Valdés, a instancias del ministro de Hacienda, el asturiano José de Canga Argüelles, trasladándose 20 años más tarde, en 1842, al convento de las agustinas recoletas que había sido desamortizado. Aunque hubo algunas tentativas de llevar la factoría a Santander, las protestas de la corporación municipal lograron que permaneciera finalmente en la ciudad. La fábrica empleó por primera vez una plantilla femenina e inició la transformación social del barrio de Cimadevilla. Poco después, en 1844, los asturianos Anselmo Cifuentes Díaz y Mariano Suárez Pola y el suizo Luis Truan fundan La Industria, en unos terrenos frente al paseo de Begoña, dedicada a la fabricación de todo tipo de vidrios, tras las iniciativas fallidas de José Pintado y Ramón Toral unos años antes. La empresa dio empleo a más de 500 personas muchas de ellas de origen extranjero y expertos en la fabricación del vidrio. Asimismo, en 1847 se instala la industria de bujías esteáricas y jabones de Junquera y Compañía, conocida posteriormente como La Cubana.
A partir de 1850 se intensifica el tráfico portuario y se sientan las bases de la industrialización gijonesa. Desde 1842 estaba en funcionamiento la carretera Carbonera, promovida por Alejandro Aguado siguiendo una propuesta de Gaspar de Jovellanos, y en 1852 se inaugura el ferrocarril de Langreo, que llega a Sama 4 años después. Posteriormente, en 1874, se abre al tráfico la línea ferroviaria de Pola de Lena a Gijón, quedando perfectamente comunicadas las dos cuencas mineras con la villa portuaria.
En 1855 se instala en el paseo de Begoña la fundición de hierro y cobre de Julio Kessler y Compañía La Begoñesa —posteriormente, Laviada y Compañía—, fabricando, entre otros artículos, las baterías de cocina que surtieron muchos hogares asturianos. En 1859 se establece también la fundición de hierro colado de Hulton y Compañía, y en 1870, la Fábrica de Gas en el arenal de San Lorenzo, iniciándose así el alumbrado público de la ciudad con ese producto. La elaboración de alimentos, por otra parte, da lugar, asimismo, a toda una serie de factorías. La sociedad Viuda e Hijos de Zarracina establece diversas industrias, como la de sidra La Asturiana —posteriormente, Zarracina— en 1857; la panadería mecánica La Esperanza, en 1863, y la fábrica de chocolates La Industria, en 1870. El primer establecimiento que elaboró industrialmente chocolate en Gijón fue, sin embargo, La Primitiva Indiana, fundada en 1860.
A partir de 1870 el proceso industrializador se consolida definitivamente hasta que en los primeros años del XX alcanza su punto más alto, coincidiendo con la repatriación de los capitales cubanos. En 1876 se instala la fábrica de loza La Asturiana en El Natahoyo, bajo la razón social Rosal, Pola y Compañía —posteriormente, Mariano Pola y Compañía—, y en 1879 se funda la fábrica siderúrgica de Moreda y Gijón en el barrio de La Braña. También se instala la fundición de hierro Cifuentes, Stoldtz y Compañía en El Natahoyo.
En el sector de la alimentación, en 1890 la sociedad Viuda e Hijos de Zarracina funda la fábrica de harinas La Caridad, y en 1893 se establece La Estrella de Gijón para la producción de cervezas, bajo la razón social Suardíaz y Bachmaier, así como la Azucarera Asturiana en la parroquia de Veriña.
El consistorio realiza por estas fechas nuevas estadísticas relativas a las industrias existentes en el concejo que se conservan en expedientes municipales de 1875 y 1876. En la que corresponde a 1875, Gijón contaba con 14 establecimientos fabriles excluyendo la factoría de cigarros de Cimadevilla, de titularidad estatal. Este documento recoge con fines tributarios el nombre de los fabricantes o industriales, los lugares donde radican las fábricas, las fechas en que se establecieron, las mejoras introducidas con posterioridad, los productos de fabricación, la clase de motor que emplean y su fuerza motriz, el término medio de producción anual, su valor y, finalmente, los obreros empleados. Las fábricas más importantes, por número de trabajadores asalariados, sin contar con la de Tabacos, eran las de La Industria, La Asturiana y La Begoñesa. La primera de ellas utilizaba una máquina de 20 caballos y producía al año 1 millón de botellas y 4 millones de vidrios huecos, tasándose el valor del establecimiento en 5 millones de reales.
La repatriación de capitales cubanos tras la independencia de la isla significa el punto de inflexión de las realizaciones industriales, puesto que a partir de entonces la industria local va declinando progresivamente durante el siglo XX, aunque la ciudad mantiene su primacía industrial en la región. En 1900 se crea el Banco de Gijón, de la mano del indiano Florencio Rodríguez Rodríguez, así como el Crédito Industrial Gijonés, que contribuyó a financiar numerosos proyectos industriales. En el cambio de siglo se establecen nuevas fábricas y alcanzan su esplendor las instaladas anteriormente, quedando reflejado el auge industrial finisecular en la gran Exposición Regional de 1899.
Las industrias que se fueron estableciendo en Gijón a lo largo del XIX necesitaron de una abundante mano de obra. En el último cuarto del siglo la población obrera había alcanzado una gran importancia numérica, puesto que rondaba las 4/5 partes del total de la población según los cálculos que la Junta Local de Sanidad señalaba en una memoria publicada en 1894 en el diario El Comercio. Sin embargo, la condiciones de vida de los trabajadores gijoneses en esas fechas eran todavía enormemente precarias.
El problema de las subsistencias, en cualquier caso, no se había solucionado todavía a la altura de 1918, puesto que Felipe Portolá Puyós señalaba en su Topografía médica del concejo que en Gijón «…el problema de las subsistencias es pavoroso, por el precio exorbitante que tienen los productos de primera necesidad…» A partir de comienzos del siglo XX se dió un empeoramiento de las condiciones de vida del proletariado gijonés. El paro creció a causa de la baja actividad y la propia actitud de la burguesía después de la huelga de 1901, en la que los trabajadores perdieron todas sus conquistas anteriores. Como consecuencia de ello, se solicitó al Ayuntamiento, según recoge la documentación municipal, que se acometiesen obras municipales para solucionar la escasez de trabajo.
La falta de salubridad y la escasa superficie eran los aspectos más característicos de las viviendas en las que habitaban los trabajadores gijoneses, tanto de la zona urbanizada de la ciudad como de las nuevas áreas de expansión creadas fuera de la misma.
El caso del barrio de Cimadevilla era paradigmático del casco antiguo, puesto que, según una crónica que el diario El Noroeste publicaba en 1904, la situación era la siguiente: «…Si examinamos todas las edificaciones de Cimadevilla nos encontramos en su casi totalidad, con que son de antigua construcción; con cuartos incapaces para la habitabilidad por ser nulas sus condiciones higiénicas; sin medio alguno no ya para una perfecta, sino que ni para una mediana ventilación y en donde el aire se confina haciendo por tanto más fácil la adquisición de múltiples dolencias y contagio de enfermedades…»
Las casas del viejo barrio gijonés —a excepción de palacios como el de los Cienfuegos-Jovellanos o el del marqués de San Esteban del Mar— presentaban unas pésimas condiciones higiénicas y de habitabilidad. En 1904 un grupo de concejales presentó un escrito al Ayuntamiento, en el que se instaba a la corporación a que obligara a los dueños de una serie de casitas del Campo de las Monjas, de la plaza y la calle del Rosario y de la calle de Atocha a introducir en ellas reformas necesarias para «hacerlas habitables», puesto que el Ayuntamiento no podía consentir de ninguna manera que aquellos vecinos siguieran exponiendo «su salud y hasta su vida, en locales que mejor parecen cuevas de fieras que habitaciones para seres humanos». Según estos concejales, en alguna de estas casitas la altura hasta el techo es de un 1,70m, el largo de 3 m, y de 1,70 m el ancho. […] Añádase á esto que el suelo es de tierra enfangado por el agua que arrolla por las paredes, que no tienen ninguna ventilación, y dígasenos si es posible la vida en semejantes condiciones.
El problema de la salubridad de la vivienda también se daba en otras zonas de la ciudad, como el ensanche del arenal de San Lorenzo, los barrios obreros del oeste —El Natahoyo y La Calzada— o las parcelaciones particulares —El Coto de San Nicolás, la Subida a Ceares, Los Llanos—. En muchas de estas zonas se encontraba la mayoría de ejemplos de un tipo de vivienda obrera muy característica de Gijón y otras ciudades industriales conocido como ciudadelas, pero que también recibían otros nombres, como barrios ocultos en Oviedo, mucho más expresivos.
En el arenal de San Lorenzo había, en este periodo, algo más de 60 de estas infraviviendas. La Junta Local de Sanidad señalaba que son perjudiciales, por considerar la mayor parte insalubres antihigiénicas y verdaderos focos que desarrollan y propagan las enfermedades.
Estas viviendas son generalmente ocupadas por la clase obrera […]. Muchas de estas viviendas carecen de la capacidad y aire necesario, teniendo muchas de ellas un solo retrete para todos los vecinos y el pozo negro que les sirve de depósito se halla tan inmediato al del agua potable que utilizan para los usos domésticos, que siendo el subsuelo de arena, tiene que comunicarse por filtración los agentes mórbidos que producen y desarrollan ciertas enfermedades.
En el arenal de San Lorenzo las ciudadelas se ubicaban en los interiores de las manzanas, ocultas a la vista de la gente, rodeadas por lo general de las viviendas de la burguesía que formaban el frente de fachada. La distribución interior de estos tugurios estaba compuesta, en el mejor de los casos, por cuatro estancias de pocos metros cuadrados, de las que una se correspondía a la cocina; otra, a la salita, y el resto, a los dormitorios. Cuando no había salita, la cocina se situaba a la entrada y asumía la primacía espacial de la vivienda, donde se reunían los miembros de la familia, donde se cocinaba y se comía. Una pequeña cocinilla económica, de factura gijonesa o bilbaína, daba, con frecuencia, calor a las diminutas habitaciones.
La burguesía no consideró prioritario el problema de la vivienda obrera. Sus iniciativas para solucionarlo fueron escasas y aisladas.
Algunas empresas destinaron viviendas para sus empleados de forma limitada. Se trataba de casas que ofrecían generalmente unas condiciones higiénicas más aceptables que las promovidas por particulares. Por otra parte, la ley de Casas Baratas de principios del XX no tuvo los resultados que se esperaba de ella y, tras una serie de estudios a cargo de la Junta Local para el Fomento y Mejora de Casas Baratas de Gijón, sólo se construyó un pequeño grupo de casas en El Coto de San Nicolás que fueron ocupadas en su mayor parte por empleados públicos.
La vivienda todavía constituía un grave problema en la villa en torno a 1918, puesto que, como señala Felipe Portolá en su Topografía médica, las casas seguían siendo insuficientes e incapaces, además de «…antihigiénicas por falta de ventilación y luz directa en los dormitorios, por no tener aislamiento a la humedad, por ausencia de instalaciones de agua, por falta de pintura y reparaciones, por la existencia de pozos, por el abandono de las calles, por las condiciones y el carácter de los retretes además de lo caro de sus rentas…».
A comienzos del XX los obreros y obreras gijoneses se agruparon en numerosas sociedades según sus oficios y tendencias políticas. Fueron estas sociedades obreras unidas las que iniciaron los trámites para la construcción de un fabuloso edificio que se convertiría en «Casa del Pueblo» en El Humedal Gijón llegó al siglo XVIII reducido al emplazamiento primigenio de Cimavilla en el cerro de Santa Catalina y a su apéndice de Baxovilla en la extensión que lo unía a tierra firme. A finales de la centuria, como consecuencia de la mejora de las comunicaciones y las reformas en el puerto, la villa experimentó un crecimiento espacial hacia poniente, en el arrabal de La Rueda, y hacia mediodía. El arrabal de La Rueda —el futuro barrio de El Carmen— surgió como un núcleo manufacturero y comercial frente al arenal de Pando, vinculado al puerto y protegido del mar por el paredón de El Natahoyo, siendo la única zona que conoció una intensa ocupación en esta época. El crecimiento meridional se produjo siguiendo las directrices del programa de reformas que Gaspar de Jovellanos había presentado a la corporación municipal en 1782 y que esta aprobó íntegramente. El documento, que constituye el primer plan urbanístico de la villa, además de la construcción de una cerca que preservara a la ciudad de «los insultos de las arenas y del mar», proponía en su interior una trama ortogonal con calles «trazadas a cordel» en dirección N-S, cortadas por otras transversales, resultando manzanas rectangulares y alargadas. La ejecución del programa jovellanista se puso en marcha inmediatamente y en 1797 se inició la construcción del Instituto Asturiano y de la plaza contigua, «a igual distancia de los extremos de la villa», que constituían los centros de referencia de la nueva trama urbana. Por otra parte, tras su desecación, se incorporaron definitivamente a la ciudad los terrenos cenagosos e insalubres de El Humedal, en el SO de la villa, lo que eliminó un problema sanitario y habilitó una reserva de suelo que será ocupado mediada la centuria siguiente.

1812 – Gijón
Al comenzar el siglo XIX Gijón abarcaba, por tanto, los emplazamientos históricos del cerro de Santa Catalina y su istmo y las 3 áreas incorporadas pocos años antes. Sobre la trama del ensanche jovellanista se concentrará durante la primera mitad del siglo la actividad constructiva y el limitado crecimiento de la villa. La calle de Corrida o Ancha de la Cruz constituía el eje sobre el que giraba el desarrollo meridional de la población, conectando la Puerta de la Villa con el puerto, así como el lugar donde se asentaba preferentemente la incipiente burguesía local. No obstante, hacia 1830, al oeste de esta calle todavía existían grandes parcelas rurales y el sector oriental de la trama urbana estaba todavía poco poblado en las zonas más próximas al arenal de San Lorenzo, mientras que Cimadevilla, el arrabal de La Rueda y el espacio central del ensanche jovellanista presentaban ya un considerable grado de ocupación.

1837 – Gijón
Con motivo de la primera guerra carlista, este conjunto fue declarado plaza fuerte y rodeado con una muralla defensiva en 1837 por imperativo de una real orden que preveía la fortificación de las ciudades costeras y capitales de provincia. Así se refleja en un expediente especial conservado en el Archivo Municipal originado como consecuencia de todo el proceso de recuperación de terrenos militarizados y su posterior gestión urbanística, incluida la venta de terrenos a particulares para la construcción de edificios. La muralla, proyectada por el ingeniero militar Celestino del Piélago, presentaba la forma de una estrella irregular de cuatro puntas que coincidían, de este a oeste, con lo que serán posteriormente la plaza de San Miguel, el paseo de Begoña, la zona de El Humedal y la estación del ferrocarril de Langreo. La fortificación, que albergaba unas 60 ha, no sólo condicionó el crecimiento espacial de la villa, marcando su límite físico y legal hasta la década de 1870, sino que determinó también la ubicación de diversas instalaciones industriales que se emplazaron en terrenos limítrofes a la muralla y próximos al puerto y a las principales vías de acceso a la ciudad, a excepción de la Fábrica de Tabacos, que se estableció en el desamortizado convento de las agustinas recoletas en Cimadevilla. Así, la fábrica de vidrios La Industria y la fundición La Begoñesa se situaron en torno a la punta de la estrella más meridional, mientras que las instalaciones del ferrocarril de Langreo se ubicaron en la punta más occidental, y la fundición de Hulton y Compañía, en el nudo que formaba la confluencia de las carreteras de Castilla y Carbonera.
La degradación del barrio de Cimadevilla —como consecuencia de su proletarización, de la escasa calidad de su edificación, del uso militar del cerro y de la ubicación de la cárcel en la Torre del Reloj— empujó a los estratos más acomodados de la ciudad a ocupar las calles del ensanche jovellanista, donde la construcción de viviendas acordes con su estatus se acompañó de operaciones de mejora de la trama viaria y el ornato público. Asimismo, se levantaron edificios y espacios públicos que reforzaron su carácter como ámbito de representación burgués.
El Instituto Asturiano marcó las pautas arquitectónicas para continuar dentro del academicismo clasicista. A su lado se levantó el Teatro Jovellanos, y, junto a los viejos palacios de la nobleza local, la nueva casa consistorial, obras las dos del arquitecto Andrés Coello. A los paseos de El Bombé y Campo Valdés, ubicados en los costados occidental y oriental del cerro de Santa Catalina, respectivamente, se añadió un nuevo salón urbano en Begoña con una doble hilera de álamos.
Se abrieron calles, se trazaron nuevas alineaciones y se suprimieron callejones. La instalación del ferrocarril de Langreo en 1852 supuso, por otra parte, importantes alteraciones en el barrio de El Carmen, reforzándose su carácter fabril y portuario.
Todo este desarrollo urbano llevó al Ayuntamiento a plantearse la necesidad de contar con un plano de la villa como instrumento que permitiera la ordenación de la actividad urbanística, aprobándose en 1844 una nuevas ordenanzas municipales con este fin.

1864 – Gijón
A mediados del siglo XIX se inició la ocupación del arenal de San Lorenzo, cuando en 1853 el marqués de Casa Valdés adquirió su mayor parte y lo retuvo hasta que se pudiera aplicar sobre él un plan de urbanístico de ensanche. 10 años después, el arquitecto municipal Lucas María Palacios Rodríguez presentó un plano que marcaba las futuras alineaciones del arenal, con una trama ortogonal, pero fue descartado por el Ayuntamiento, que prefería que la orientación de las manzanas sirviese de defensa contra los vientos dominantes. En 1867, el ingeniero militar Francisco García de los Ríos y Requena presentó, con la firma del arquitecto Juan Díaz y del propio Lucas María Palacios, el plano definitivo para la urbanización del arenal de San Lorenzo del que se desconoce su actual paradero. El plan de ensanche establecía una trama en damero de 40 hectáreas, con la calle de Uría como eje director, que se soldaba con la ciudad consolidada a través de la plaza elíptica de San Miguel, único de los espacios públicos proyectados que se llevó a cabo. En 1875 estaban trazadas las calles de dirección esteoeste, mientras que las perpendiculares tardaron más tiempo en ser abiertas. Las primeras edificaciones, no obstante, tuvieron que esperar al derribo de las murallas, tras su reversión al concejo en 1877. Hasta finales del siglo se levantaron más de cuatrocientos edificios; los más modestos se localizaron en el sector oriental, mientras que los de mayores pretensiones arquitectónicas, dirigidos hacia las capas sociales acomodadas, se situaron en las calles de conexión con la ciudad histórica.

1870 – Gijón por Francisco Coello
La existencia de grandes manzanas cerradas, ocupadas por edificaciones de escaso fondo, permitió aprovechar su interior mediante la construcción de habitaciones obreras —las denominadas ciudadelas— con unas condiciones de habitabilidad y salubridad mínimas y que se extendieron por la mayor parte de los barrios surgidos a partir del último tercio del siglo xix. Lucas María Palacios, además del plan de ensanche del arenal, preparaba una planimetría general de la población que no llegó a concluir. El Ayuntamiento encargó entonces a Francisco García de los Ríos la elaboración de un plano de la villa que se limitara al trazado del espacio albergado dentro de las murallas, «con exclusión de sus fortificaciones y zonas exteriores».
En 1867 puso el documento, «dibujado en la parte relativa a lo existente», a disposición del Ayuntamiento junto al nuevo plan de ensanche del arenal de San Lorenzo. El plano de la ciudad intramuros representa la configuración de Gijón justo antes de su gran desarrollo tras el derribo de la muralla y su empuje industrial. El plano original se nos presenta como un libro de gran formato y 38 hojas, en el que se recogen, con gran detalle y a escala 1:250, las 145 manzanas, 74 calles, 24 travesías y 13 plazuelas que componían la ciudad intramuros por esas fechas.

1879 – Gijón
Con la desaparición del marco físico y legal que imponían las murallas, Gijón experimentó una acelerada expansión espacial, pasando de 60 ha, en 1869, a 388 ha, en 1910, como consecuencia del importante desarrollo industrial y el consiguiente aumento demográfico. El crecimiento del plano urbano fue simultáneo, no obstante, a la consolidación y transformación de la trama urbana preexistente y a la aparición de una serie de servicios y espacios públicos. Las corporaciones gijonesas vieron la necesidad de planificar la nueva ciudad de una manera ordenada, y recurrieron entonces a la aplicación de un ensanche de población. El proyecto se adjudicó al ingeniero Javier Sanz Larumbe, y su programa, que constaba de 3 apartados: memoria, planos y presupuesto, se aprobó en 1878. La memoria debía recoger estudios sobre la ciudad heredada, la zona de ensanche y el subsuelo. La importancia concedida al saneamiento llevó a Javier Sanz a efectuar un detallado análisis del alcantarillado de la ciudad en 1896. Sin embargo, la entrega del plan de ensanche que debía ordenar el crecimiento de la población se demoró hasta 1900, cuando ya carecía de toda utilidad. Se representó a la villa en varios planos: uno general, que «…comprendía la zona del ensanche, la antigua población y los accidentes topográficos de otra zona alrededor de los límites de aquella, en la extensión de 1 km2…», y otro que incluía el estudio de las rasantes de las calles y del alcantarillado.

1899 – Gijón
Mientras Javier Sanz realizaba el proyecto de ensanche, la propia dinámica de la ciudad fue desarrollando la extensión del plano urbano, aunque de forma desordenada. En la década de 1870, el arenal de Pando, localizado al O del cerro de Santa Catalina, se vio sumamente transformado con la construcción de los muelles de Fomento, que dieron lugar a una amplia banda de suelo ganada al mar en la que se abrió una nueva calle, la del Marqués de San Esteban, que unía la estación del ferrocarril del Noroeste —instalada en 1874— con el centro urbano.

La necesidad de dar alojamiento a la gran cantidad de trabajadores industriales que llegaban a la ciudad y el elevado precio del suelo planificado en el ensanche del arenal de San Lorenzo dieron lugar a la difusión de una serie de asentamientos proletarios, generados mediante parcelaciones particulares, sin que mediara la planificación municipal, que consistían en un sencillo trazado viario sobre fincas rústicas, conectándose cada una de ellas al casco urbano por una simple vía de acceso. Caracterizados por la carencia generalizada de servicios o equipamientos urbanos, el hacinamiento y la insalubridad, estos nuevos barrios se establecieron entre 1880 y 1910 en torno al perímetro urbano que formaban la trama jovellanista, el ensanche y los barrios obreros de El Natahoyo y La Calzada. Las primeras, ejecutadas próximas a la ciudad histórica y al ensanche, fueron El Fumeru en 1887 y El Coto del Real en 1888. Sin embargo, la más amplia fue El Coto de San Nicolás, de la misma extensión que el propio ensanche del arenal, en la que se ubicaron la nueva cárcel del partido judicial y un cuartel militar a principios de siglo. Hubo otras parcelaciones de dimensiones más reducidas, como Pumarín o Los Llanos, en zonas más alejadas del centro urbano, en torno a las carreteras de Oviedo, Carbonera y de Pola de Siero.

1919 Gijón (IGN)
Mientras la ciudad crecía espacialmente, en su interior se iban produciendo una serie de reformas encaminadas a la mejora de la conexión entre sus diferentes elementos y al reforzamiento del carácter burgués de determinados sectores de la población, como el barrio de El Carmen, los terrenos de Fomento, la trama central del ensanche jovellanista y el entorno de Begoña, que acentuó la segregación social del espacio. Este conjunto urbano se convirtió pronto en la sede de las actividades terciarias y en el lugar de residencia preferente de los grupos sociales más acomodados. El viejo caserío dio paso a edificaciones de mayor altura que seguían los planteamientos estilísticos del momento.
Aparecieron, además, toda una serie de espacios públicos y de ocio destinados a estos sectores sociales. Se abrieron las plazas de San Miguel y de Capua y Los Campinos de Begoña, al tiempo que se ampliaba el paseo homónimo, rebautizado con el nombre de Alfonso XII. En el ensanche del arenal se levantaron el complejo de Los Campos Elíseos y la Plaza de Toros, y en la playa se instalaron cuatro balnearios. Se prolongó la calle del Instituto hasta el puerto para liberar del tráfico carretero a la calle de Corrida, cuyo primer tramo se convirtió en bulevar.

1929 – Gijón
Se terminó el Muro de San Lorenzo hasta la ería del Piles y se habilitó como paseo marítimo. Este conjunto urbano fue dotado, además, con toda una serie de servicios básicos que tardaron muchos años en extenderse al resto de la ciudad.
El desarrollo que experimentó la villa desde la demolición de la muralla quedó perfectamente reflejado en el plano de Gijón que los ingenieros Ricardo Murrieta y Vicente Puyal presentaron al Ayuntamiento en 1928, donde se muestra la ciudad que llegó a la guerra civil. El suelo incorporado a la ciudad mediante los mecanismos de ensanche y parcelación particular se ha ido ocupando y la trama viaria va enlazando los distintos sectores entresí, salvo los núcleos más alejados de la periferia, que no fueron incorporados hasta los 60′ del siglo XX.

1942 Gijón
Pocos años después, el inicio de la guerra civil propició una sustancial transformación de la ciudad. La Gestora Municipal del Frente Popular, presidida por el anarquista Avelino González Mallada, se propuso realizar una profunda reforma interior con el fin de descongestionar la trama urbana. Se derribó un gran número de edificios del centro de la ciudad como paso previo a la aplicación de un ambicioso plan de reformas urbanas firmado por el arquitecto municipal Avelino Díaz y Fernández Omaña, que fue aprobado por el consistorio en 1937. Se demolieron, entre otros edificios, los balnearios de la playa de San Lorenzo, las llamadas casas de Veronda, la manzana donde se ubicaba el Hospital de la Caridad, el convento de las agustinas y el mercado de Jovellanos; asimismo, se ensancharon plazas, como las del Seis de Agosto o Capua, y se remodelaron numerosas calles, como el arranque de la carretera de Oviedo. El plan de reformas, antecedente de los actuales planes de ordenación urbana, no constituía, sin embargo, un instrumento de planificación global, puesto que se centraba en solucionar los problemas de circulación, ajustando la trama viaria existente. Planteaba fundamentalmente el trazado de grandes vías de comunicación este-oeste y el ensanche de los accesos por las carreteras Carbonera y de Oviedo y, de forma secundaria, la creación de espacios verdes en los barrios obreros de la ciudad.

1943 – Gijón
La derrota republicana en la guerra significó, no obstante, la paralización del plan de reforma, que quedó limitado al derribo de un buen número de edificios, si bien su ideario fue asumido posteriormente por el Plan de Extensión y Ordenación de la Villa, de Germán Valentín Gamazo, el primer documento para la planificación global de Gijón, que fue aprobado por el Ayuntamiento en 1947, tras la contienda civil. El nuevo plan organizaba la ciudad sobre la base de la ordenación y estructuración de la trama viaria existente y la planificación y regulación del crecimiento espacial, para lo que consideraba imprescindible «establecer una zonificación en la villa que ordene la distribución de las distintas actividades y usos del suelo urbano, como condición indispensable para lograr un desarrollo armónico». Distinguió, en este sentido, un sector occidental, orientado a las actividades industriales, portuarias y ferroviarias, del resto de la población, dedicado a áreas residenciales, con una densidad decreciente desde el centro a la periferia. Sin embargo, el alcance del plan fue muy limitado, puesto que las ordenanzas de construcción fueron modificadas al poco de su entrada en vigor para permitir un mayor volumen edificable en el sector central de la ciudad, donde el precio del suelo era más alto, favoreciendode esta forma prácticas irregulares en el desarrollo urbanístico sin tener en cuenta los intereses generales y las condiciones de vida de sus vecinos.
3) Los crecimientos recientes
En los 50′, las parcelaciones situadas al S de la ciudad aún estaban escasamente ocupadas, posiblemente debido a su excesiva separación con respecto a los principales centros de trabajo. Sin embargo, ya se observa un signo que anunciaba la futura orientación residencial de la zona; se trata de las obras de construcción del “polígono de las 1.500”, conjunto de viviendas sociales que marcarían el inicio de un intenso proceso de ocupación de la zona, que se desarrollaría a lo largo de las décadas de los 60′ y 70′ y que conduciría a una importante densificación del caserío.
Por lo que respecta al sector O de la ciudad, su origen residencial se remonta a los años finales del siglo XIX cuando, debido a lo limitado de las posibilidades de transporte que comunicara la zona con el casco urbano, los obreros debieron procurarse alojamientos en las cercanías de los centros de trabajo; a lo largo del siglo XX, esta tendencia a la configuración de un importante barrio obrero no hizo sino acentuarse, bien por intervención de la iniciativa oficial, bien a través de actuaciones de carácter privado, en no pocas ocasiones al margen de la propia normativa urbanística.
El proceso de transformación del espacio industrial, el de la Fábrica de Moreda y Gijón, ocupó un papel importante en la historia industrial del concejo. La fábrica se instaló en el barrio de La Braña en 1879, disponiendo de una localización óptima, pues comunicaba directamente con la cuenca minera por medio del ferrocarril, y se situaba a 2 km del puerto local y a 5 del Musel, lugar por donde recibiría la mena y los bienes de equipo necesarios. Tras la creación de UNINSA, la Fábrica de Moreda fue perdiendo funcionalidad, aunque se mantuvo en actividad hasta comienzos de los 80′. El destino del solar de la fábrica, y el de parte del espacio que ocupaban las instalaciones ferroviarias, ha sido el de convertirse en un área residencial, desarrollada a través del “Plan Parcial del Sector Estaciones”.
Como consecuencia del desencadenamiento de los procesos de crecimiento urbano difuso, a partir de los 60′ se produjo un proceso de ocupación del área rural oriental del concejo más próxima al casco urbano: la evolución entre los años 40′ y la actualidad. Así, además del desarrollo de los espacios residenciales de baja densidad, invadiendo ya las antiguas zonas de cultivo, hicieron acto de presencia otros usos no agrarios, como es el caso de las instalaciones de la Universidad Laboral o los equipamientos deportivos y de ocio que se localizan al E de la ciudad.
En los sectores del espacio rural asturiano más próximos a las ciudades es donde más claramente se pueden apreciar los efectos de la proliferación de usos de origen urbano, y también donde se pueden percibir los mecanismos de adaptación que, con miras a la supervivencia, la agricultura pone en marcha ante la presión que aquellos representan. Aprovechando la concentración de infraestructuras que existe en el centro de la región, y una vez que el crecimiento de las ciudades alcanzó su umbral crítico, algunas actividades y usos, no encontrando una ubicación adecuada conveniente en el interior de la ciudad, fueron invadiendo lo que hasta entonces era un espacio con predominio de las actividades agroganaderas. Pero la ocupación del espacio rural no se realizó de una forma indiscriminada, pues los mecanismos de segregación que previamente habían operado en el espacio urbano, lo hacían ahora en el rural, volviendo a producirse rechazos entre actividades (industrias-residencias de calidad) o, al contrario, vinculaciones (espacios residenciales-espacios de ocio; espacios de producción-hábitat obrero, etcétera).
La disposición de las infraestructuras de transporte, su concentración en el centro de la región, responsable en buena medida de la polarización urbana e industrial, sería ahora la que actuaría de guía en las primeras fases del crecimiento periurbano: gran industria allí donde confluían carreteras, ferrocarriles y puertos marítimos; polígonos industriales, almacenes, centros comerciales y pequeñas y medianas industrias apoyándose en las principales carreteras; o espacios residenciales siguiendo esas mismas pautas, o aprovechándose de la densa red de carreteras de segundo orden y de caminos existente en la región.
Lo más sustancial del proceso de expansión residencial, si exceptuamos los contados casos de construcciones vinculadas a actividades productivas concretas, es la búsqueda, al menos en la teoría, de una calidad paisajística y ambiental que la ciudad ya no podía ofrecer (sin olvidar las connotaciones sociales, a veces situadas en primer término). Fue de esta forma como hicieron su aparición los espacios residenciales de calidad en la periferia de las principales ciudades, unos espacios que presentan una clara tendencia a coincidir con otros también propios del proceso de periurbanización, los deportivos y los de ocio. La gama de actividades no agrarias se completa con otras que, como las educativas o las asistenciales, son claramente sensibles al factor distancia y, por ello, no soportan un alejamiento excesivo de la ciudad.
Otro de los procesos significativos, en la construcción de la ciudad actual, ha sido la densificación del interior del casco urbano. A lo largo de la 2º mitad del siglo XX la ocupación del ensanche alcanzó a la práctica totalidad de las manzanas, quedando únicamente sin edificar el solar donde se localizaba la fábrica de gas, ganado como espacio público. La generalización de los edificios en altura, hecho que adquirió especial relevancia durante la etapa del desarrollismo, se puede observar tanto en la imagen vertical (sombras proyectadas sobre la playa) como en la oblicua (perspectiva de los edificios), es la transformación de usos en el interior de la ciudad y de densificación del espacio residencial.
Hasta los años 60′, mientras los organismos públicos intentaban solucionar el problema de la vivienda obrera, centrándose por lo general en la periferia, la iniciativa privada se orientó a la construcción de residencias para los sectores acomodados en el centro de la ciudad. La instalación de la siderurgia de uninsa —posteriormente ensidesa Este— en la parroquia de Veriña a principios de los años60′ y el desarrollo del espacio portuario de El Musel propiciaron el despegue demográfico y el consiguiente desbordamiento de la estructura urbana precedente. Se incorporaron definitivamente a la ciudad los núcleos más alejados de la periferia y en el centro se generalizó la remodelación de la edificación con un desmesurado crecimiento de los volúmenes construidos, densificándose de forma considerable la trama urbana. En 1958 se puso en marcha el Plan de Urgencia Social que inició la construcción de grandes conjuntos residenciales con la promoción del Polígono de 1.500 viviendas sociales en Pumarín, y se aprobó un plan parcial que recalificaba el sector oriental del ensanche de La Arena, lo que produjo una oleada constructiva que pobló la zona con inmuebles que sobrepasaban los volúmenes permitidos.
El desbordamiento de la normativa del plan de Valentín Gamazo —cuyo efecto más evidente fue el desmesurado crecimiento en altura de la edificación— supuso, a principios de los años 60′, la revisión del planeamiento urbano, encargándose en 1965 un nuevo Plan General de Ordenación Urbana a los arquitectos Enrique Álvarez-Sala y Joaquín Cores Uría, que fue aprobado en 1971. El nuevo ordenamiento pretendía terminar con las prácticas urbanísticas irregulares y establecer una zonificación más pormenorizada y unas ordenanzas de construcción más restrictivas. Sin embargo, la invalidación de muchas de sus propuestas por la nueva ley del Suelo de 1976 y el nuevo marco político acabaron de hecho con el plan. Para entonces se constataba el enorme crecimiento acontecido en la ciudad en los últimos años. Los barrios obreros se habían desarrollado considerablemente, la trama urbana del centro de la ciudad se había saturado y habían aparecido nuevos espacios residenciales, como el Polígono de Pumarín del Instituto Nacional de la Vivienda.

1974 – Gijón
Con la llegada de la democracia, la ciudad dará un salto cualitativo. En 1982 comenzarán los trabajos que darán lugar al Plan General de Ordenación Urbana elaborado por el equipo del arquitecto Ramón Fernández Rañada y aprobado por el consistorio gijonés en 1986.
Gijón se encuentra en un punto de inflexión desde un modelo económico basado en la actividad industrial con predominio de la industria tradicional intensiva en mano de obra a un modelo que aún está sin definir con claridad. La ciudad, por su estructura económica y social, tiene extraordinarias potencialidades para destacar en actividades industriales y logísticas vinculadas a los proyectos de suelo industrial e infraestructura portuaria. Se han hecho importantes esfuerzos para posicionarse en el camino de un modelo apoyado en sectores más dinámicos y de mayor valor añadido basados en los servicios técnicos, industria avanzada y energías renovables entre otros.
La ciudad dispone de una infraestructura portuaria que en los últimos años ha ampliado enormemente su capacidad, situándola al nivel de las principales infraestructuras de este tipo del país. Gijón además cuenta con un campus universitario (de la Universidad de Oviedo) reconocido como campus de excelencia internacional, y un parque científico y tecnológico situado a menos de 500 metros del mismo. El esfuerzo inversor realizado en el edificio de La Laboral lo ha convertido en un extraordinario complejo cultural y todo un símbolo del avance y transformación de la ciudad.
Sin embargo, todo este potencial podría no llegar a hacerse efectivo si no se propicia y construye un entorno general de apoyo a estos sectores.
En la ciudad y municipio de Gijón, al igual que en el resto de la región, se pone de manifiesto una marcada tendencia demográfica al envejecimiento; el pulso puede perderse con facilidad y por tanto la actividad económico-empresarial estancarse. El dinamismo y liderazgo que Gijón protagonizó en los años previos a la crisis ha dado paso a una situación de peligroso estancamiento general, tanto de actividad económica e industrial como poblacional. Desde su entrada en el siglo XXI, según los últimos datos (SADEI), el municipio/ciudad Gijón ha ganado 6.000 habitantes, pero ha perdido más de 2.000 desde 2009; además su población tiende hacia el envejecimiento.
La crisis económica ha supuesto, entre otros, el estancamiento y retroceso del dinamismo económico español y asturiano. Gijón ha sufrido especialmente la crisis. Se ha experimentado un frenazo en el sector de la construcción muy superior a la media regional. No obstante, las previsiones más recientes empiezan a apuntar hacía una lenta recuperación, pero apenas se reflejará en forma de crecimientos del empleo. El municipio de Gijón, rozando el 25% de desempleo (datos del 1T de 2014 estimados desde REGIOlab1), cuenta con una de las tasas de desempleo más altas dentro de la región. Sin lugar a dudas, el problema de la creación de nuevos puestos de trabajo no relacionados con los sectores industriales tradicionales es aún una tarea por realizar en aquellas áreas con un intenso pasado industrial.
El futuro más alentador de Gijón pasa por el impulso de las actividades más intensivas en conocimientos y tecnología, -los sectores de servicios de apoyo industrial, industria avanzada y energías renovables- sin descuidar sus tradicionales sectoresmanufactureros y logísticos. Esto implica promover una ciudad compacta, densa, con un centro fuerte y un crecimiento sostenible. Para ello el crecimiento durante la próxima década debe producirse hacía dentro ocupando los espacios urbanizables disponibles, regenerando edificios y solares y evitando la dispersión en la periferia. El crecimiento de suelo debe ir acompasado a la demanda. No hay necesidad de suelo industrial y las necesidades de suelo residencial serán moderadas. Sólo el suelo destinado a actividades científicas y tecnológicas debe crecer en el eje del Parque Científico y Tecnológico y el Campus Universitario, a modo de expresión del modelo de ciudad que se desea impulsar. Gijón puede liderar el desarrollo de la emergente Área Central de Asturias mejorando la conectividad del centro de la ciudad con su periferia y con el resto de ciudades del ACA así como proyectando un crecimiento preferente hacía el eje del Área Metropolitana Central de Asturias (AMCA).
El planeamiento precedente era el punto de partida desde el punto de vista jurídico, pues el nuevo Plan debería dar cuenta de las cuestiones irresueltas en el proceloso proceso de aprobaciones y anulaciones que ha caracterizado –y judicializado- el urbanismo gijonés.
Plan General de Ordenación Urbana de 1999/2002 -conocido como Plan Rañada– se estructuró sobre la base de un crecimiento moderado de la ciudad así como la rehabilitación y regeneración de sus distintos barrios. Un modelo compacto y de cerrar todos y cada uno de los huecos existentes.
Las modificaciones y adaptación (nueva legislación) del mismo se llevaron a cabo en el conocido por PGO2005/2007, con la incorporación de nuevas ideas y propuestas de desarrollos urbanísticos. Dicha adaptación fue plenamente afectada por la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, de fecha 15.7.2009, quien lo invalidó plenamente.
Posteriormente, y por la anulación del PGO2005/2007, se realizó el PGO2011, que venía a legalizar -fundamentalmente- el plan anulado; pero, a su vez, ha sido anulado el 28.2.2013. Como se adoptó el criterio de recurrir en casación, mientras no exista resolución del tribunal Supremo, la anulación del PGO2011 no es firme.
Para evitar el riesgo de anulabilidad del nuevo Plan, evitar la dependencia y el “efecto dominó”, la revisión se hubo de iniciar con el PGO 1999/2002, contemplar los desarrollos posteriores no afectados por la sentencia y analizar la ordenación del PGO2011 anulado.
El resultado es que la nueva revisión del PGO debía ser contemporánea y consecuente con el marco general actual. Pero la cuestión jurídica en relación la vigencia de ciertas actuaciones de los planes siguientes anulados se centraba en los suelos urbanizables . El Documento de Prioridades proponía una lectura exclusivamente técnica, para saber si se contaba o no con argumentos sólidos para poder rescatar estos suelos.
Asimismo el modelo de desarrollo urbano venía también condicionado por las Actuaciones Urbanísticas Concertadas (ZALIA, Lloreda, Nuevo Roces y Jove). De acuerdo a su nivel de ejecución y otras circunstancias técnicas y jurídicas, se planteaban modificaciones a estas actuaciones caracterizadas por un fuerte compromiso de las instituciones públicas asturianas.
En cuanto a las políticas sectoriales el Plan se ve afectado fundamentalmente por Carreteras, Costas y la Confederación Hidrográfica del Cantábrico.
En el siglo XIX Gijón tenía un pequeño puerto fundamentalmente pesquero, que se convirtió en puerto minero con la apertura de la Carretera Carbonera (1842) y, sobre todo, el ferrocarril Sama-Gijón en 1856. El puerto era una dársena que se hacía impracticable en la bajamar. Este puerto, debido a la intensa explotación de las minas de carbón, resultaba insuficiente, lo que, después de varios proyectos, llevó a la construcción del puerto de El Musel en1893. La comunicación del puerto con Castilla se mejoró mucho con la carretera de Gijón a León (1832) y el ferrocarril Asturias-Madrid (1884). El puerto de Avilés declinó en la Edad Moderna. En el siglo XIX se construyó la dársena de San Juan de Nieva y se inició el proyecto del ingeniero Pedro Pérez de la Sala.
Finalmente, los paisajes portuarios también representan un componente importante en la evolución reciente de esta ciudad. La incapacidad del puerto local de Gijón para dar respuesta a las necesidades del tráfico carbonero, evidenciada ya en la segunda mitad del siglo XIX, propiciaría la construcción de un nuevo puerto aprovechando las favorables características naturales que presentaban las proximidades del cabo de Torres. Las obras se iniciaron en 1893, experimentando a lo largo de todo el siglo XX sucesivas ampliaciones y mejoras para adaptarse a un tráfico en constante crecimiento, realizado por embarcaciones cada vez de mayor envergadura y calado, y que evolucionaba hacia el dominio de los tráficos de origen industrial.
En las décadas más recientes esta zona de la ciudad ha experimentado importantes transformaciones, pudiendo señalarse como las más significativas las habidas en el puerto, orientado actualmente a un uso exclusivamente deportivo, así como las observables en la parte más alta del cerro que, una vez perdida su función de espacio militar, ha sido ganada para Gijón como espacio verde de uso público.
El viejo puerto gijonés, por su parte, conoció importantes transformaciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Las obras del puerto habían quedado concluidas a finales del siglo XIX con la construcción a partir de la primitiva dársena del espigón de Santa Catalina y el Muellín, que delimitaban el antepuerto y, más tarde, con la construcción del Dique del Oeste y la delimitación de las dársenas de Fomento y Fomentín; la función carbonera del puerto se prolongó hasta mediados de los años sesenta del siglo XX. Recientemente el puerto ha conocido una mutación morfológica y funcional como consecuencia de la aplicación del “Plan especial del puerto viejo de Gijón” (1986), quedando convertido definitivamente en un puerto deportivo, una vez trasladadas las actividades pesqueras al puerto del Musel.
En los primeros años 40′ ya se había terminado la construcción del dique Norte, del Muelle de Ribera y del primer espigón, estando en fase de construcción el segundo; de esta forma, la superficie de abrigo se situaba en torno a las 7 has, en tanto que la línea de atraque superaba ligeramente los 3 km. Las obras de ampliación del puerto de El Musel para hacer frente al incremento del tráfico carbonero continuaron a lo largo de los años 50′ y 60′ (dique exterior, segundo espigón, dique de la Osa), de igual manera que para hacer frente a las necesidades derivadas de las actividades pesqueras, para las que el viejo puerto local ya se mostraba insuficiente, se construyó una pequeña dársena; pero sería a comienzos de los 70′ cuando se iniciaría el periodo más álgido de obras de ampliación y mejora para hacer frente a las nuevas necesidades que imponía el tráfico de productos industriales.
Así pues, los cambios en el tipo de mercancías que se movían a través del puerto propiciaron que, además de una ampliación de la superficie de abrigo y de un incremento de la línea de atraque, se produjera también un cambio sustancial en los equipamientos, de manera que se fue tendiendo progresivamente hacia la especialización de los mismos, y hacia la incorporación de sistemas de carga y descarga que evitaran en la medida de lo posible la existencia de rupturas en las tareas (cargadores automáticos de cementos, silos de almacenaje, cintas transportadoras, pantalanes, oleoductos, gasoductos…).
En 1945 siendo director del puerto Saturnino Villaverde se redacta un Anteproyecto General del Puerto de Gijón que fue un documento polémico por la magnitud de su actuación ya que ocupaba prácticamente toda la parte occidental de la bahía de Gijón desde Torres a Santa Catalina. Se desarrollaba en 2 fases, divididas por un dique central en forma de Y que partía de Monte Coroña (o Corolla) y que permitía crear 2 zonas portuarias, una hacia Torres y otra hacia Santa Catalina. En la 1ª de ellas se proyectaba un dique exterior llamado Oeste, que arrancaba de la curva del cambio de alineaciones del Dique Norte, avanzando hacia el mar, en dirección Este; también se proyectaba en esta fase un dique aislado, a unos 600 m hacia el E del anterior y el dique mencionado de Punta Coroña (o Corolla) que salía del promontorio en dirección N, para girar en su extremo al O y formar bocana con el morro del Dique Norte. En el interior del nuevo espacio abrigado se dibujaban los espigones y los muelles a ejecutar. En la 2ª fase se construía un dique que salía del promontorio de Santa Catalina y formaba bocana con el que salía de Monte Coroña (o Corolla).
En 1947 se aprueba el Anteproyecto en su 1ª fase y con fecha 18.10.1947 se redacta el Proyecto de Ampliación del Puerto del Musel 1ª fase que comprendía solamente la ejecución del Dique Oeste de 588 m de longitud (inicio del actual dique Príncipe de Asturias) y la terminación de la Dársena de Embarcaciones Menores. Este proyecto no fue aprobado hasta el 8.3.1949, comenzando las obras en Enero de 1950, para ser finalizadas en Abril de 1963.
A principios de los años 60′, finaliza la época de autarquía y comienza el Plan de Estabilización y los Planes de Desarrollo, el primero de los cuales data del año 1962. En esta nueva política liberalizadora, es fundamental que España pueda contar con puertos marítimos para propiciar el trafico comercial. El puerto de Gijón se encuentra entonces finalizando las obras del dique Oeste y con unos tráficos de 3.6 millones de toneladas. Sus infraestructuras portuarias se han quedado obsoletas y sus muelles no tienen calado para permitir la entrado de los modernos cargueros, a excepción del Muelle Norte pero que solo tiene 25m de ancho. Para atender a estos nuevos retos en Septiembre de 1963 siendo director de la junta del puerto Eiriz Beato se redacta el Proyecto de Dique de Levante que fue la mayor obra portuaria de su tiempo con un presupuesto de 1.133.942.690 ptas, (175,74 millones de €). Como datos de partida se estudiaba el atraque de mineraleros de 30.000 tn en fase inmediata, llegando a barcos de 60.000 tn y 250 m de eslora en fase próxima. El tráfico total de mercancías previstas pasaba de 3,6 millones de tn en 1962 a 6,2 millones en 1968 y 8,6 millones en 1980 de los cuales, los graneles sólidos descargados por instalación especial eran 2,00 millones en 1962 para llegar a 5,05 millones de tn en 1980 con un total de 7500 barcos previstos para este año.
El proyecto prescinde del dique aislado del Proyecto de 1947 y se proyecta un gran dique de 2.877 m de longitud que, partiendo del extremo oeste de la Playa del Arbeyal, sigue la alineación de los bajos de La Osa y La Figar hasta 1.700 m del origen, para tomar dirección N-S en el tramo de la Figar y finalizar el dique con el Tramo de Cabeza en dirección sensiblemente paralela al tramo final del Dique Norte, dejando una boca de entrada de 250 m, con el morro del Dique Oeste.
Se comienzan las obras el 25.11.1964 y entre 1965 y 1967 se redactan el 1º y el 2º proyecto Reformado que modifican las secciones de los diques y la disposición del Antepuerto. Recién aprobado el 2º Proyecto Reformado, algunas de las grandes empresas de la región, usuarios del Puerto y especialmente UNINSA la nueva siderurgia privada que se estaba construyendo en Veriña a 5 Km del puerto, manifiestan su inquietud y disconformidad con el planteamiento general de las obras de infraestructura del Musel por estimar que sus futuras necesidades de importación de mineral de hierro y carbón sobrepasan la capacidad prevista para el mismo, sobre todo en lo referente al tamaño máximo de los barcos admisibles.
La necesidad de poder descargar grandes mineraleros de hasta 160.000 toneladas de carga, cuando ya están construidos 240 m del tramo de cabeza del Dique de Levante, hace que se cuestione todo el proyecto. Como resultado de los nuevos estudios, se redacta en 1968 el 3º proyecto Reformado de dique de Levante, siendo el director del puerto Celestino Moliner. El 3º Reformado suprime los tramos de cabeza y de la Figar del dique de Levante finalizándolo con un contradique En este Tercer Reformado se proyecta también un dique de 891,60 m, que sale del extremo del dique del Oeste, formando un ángulo con él y que hoy lo conocemos como Dique Príncipe de Asturias. Este nuevo dique es el que permitirá a su abrigo la construcción del muelle de minerales para atender a los grandes bulkcarrierrs de mas de 160.000 tn. En noviembre de 1971 se redacta el 4º Reformado del Dique de Levante, mediante el cual se acomete la terminación del Dique Exterior, con el morro incluido, así como la ejecución del denominado «Contradique de Levante», que formaría bocana con el dique N y al que se le adosaría el muelle Moliner. Las obras finalizaron en 1975, con un coste total de 2.439.586.926 ptas, (hoy 266 millones de €).
Quedaban de esta forma sentadas las bases no sólo para el desarrollo interior del Puerto con la posterior ejecución de los Muelles de la Osa, sino también para la planificación de la dársena exterior para poder atender los grandes buques mineraleros.
Pero las presiones sobre el puerto del Musel no terminaron con los proyectos del 3º Reformado. La finalización de la política de Autarquía del régimen tubo unas consecuencias inmediatas en el abastecimiento de materias primas a ENSIDESA. Esta planta siderurgica, asentada en la ría de Avilés y concebida para que el mineral de hierro y el carbón para producir el acero proviniese de las minas españolas, transportado por ferrocarril o en buques de cabotaje, se encontró con todo su sistema de abastecimiento de minerales obsoleto y necesitando importar dichas materias primas del extranjero en grandes buques mineraleros para abaratar su flete. El puerto de Avilés, puerto de ría, tenía limitados su calado a 7 m lo que lo convertía en inviable para atender buques tipo Panamax de 60.000-80.000 Tn que necesitaban calados de 13 y 14 m. Así, a los 10 años de entrar en funcionamiento toda la logística de abastecimiento de ENSIDESA, tuvo que ser modificada para que fuese el Musel el puerto de entrada de los materiales pues era el único que disponía naturalmente de dichos calados.
Pero calados de 14 m en el Musel, solo había en el último tramo del dique Norte, que solo en una parte tenia 25 m de anchura, quedando el resto con 10 m. Estas dimensiones lo imposibilitaban para descargar los grandes volúmenes que se necesitaban. Se producen entonces unos años de gran congestión en el puerto gijonés pasando de un trafico de 3.6 millones de Tn en 1962 a 6,4 millones de Tn en 1970 de los que la mayoría eran graneles para ENSIDESA. Para poder atenderlos, se proyecta el ensanche del Dique Norte para darle 60 m de anchura en sus últimos 600 m y poder construir en el nuevo muelle una moderna instalación de descarga de graneles formada por 4 pórticos descargadores de 20 Tn de tiro que podía asegurar unos ritmos de descarga de 2.000 Tn/hora. Esta Terminal estaba conectada mediante dos cintas transportadoras con el valle de Aboño donde ENSIDESA tenía el parque de homogeneización de carbones y el cargadero de ferrocarril para transportar los productos a Avilés. La Terminal de descarga conocida como I.E.D.G., fue construida por la Junta del puerto de Gijón y entregada en concesión, para su explotación a ENSIDESA. Comenzó a operar en 1973, suponiendo un gran alivio para el trafico portuario que vio incrementados los ritmos de descarga de los bulkcarriers en el muelle Norte, hoy muelle Olano, en más del doble.
Comienza una nueva etapa para el puerto de Gijón, de exportador de carbón se convierte en importador de mineral de hierro y carbón para la siderurgia en unos volúmenes muy superiores al resto de los puertos españoles. A partir de este momento el puerto se quiere preparar para atender este tráfico con la mayor eficiencia. Tras la finalización del 4º Reformado del dique de Levante, y finalizado el dique Exterior hoy Príncipe de Asturias, en 1975. el puerto comienza a proyectar una moderna Terminal de descarga de graneles, al abrigo del dique recién finalizado para sustituir en su día a la del muelle Olano, que con su calado limitado a 14 m y la escasa anchura del muelle no reunía las condiciones necesarias para atender a buques de 160.000 Tn, que eran los que la siderurgia demandaba para poder abaratar sus fletes y poder competir. Siendo director del puerto Marcelino León se proyecta el contradique exterior y el muelle de minerales, que con una longitud de 624 m y calados entre 19 y 21 m se convierte en el muelle adecuado para atender este tráfico. La infraestructura de estas obras finaliza en 1983.
Vienen a continuación una serie de años en que la crisis económica afecta profundamente a Asturias y los tráficos del puerto se estancan. El puerto continúa optimizando sus espacios interiores y diseñando la nueva instalación de descarga del muelle de Marcelino León, que tiene que acometer con sus propios recursos ante la falta de interés de la iniciativa privada. La nueva Terminal entra en servicio en 1991 y se entrega en concesión a la empresa EBHISA, participada mayoritariamente por la propia Junta del Puerto, para su explotación. Constaba de 2 pórticos de descarga de 50 Tn de tiro y un parque de almacenamiento pie de muelle, servido por dos rotopalas
Como complemento imprescindible del puerto de El Musel, debido a la escasez de superficie de tierra, se va produciendo desde los primeros años de explotación portuaria la gradual ocupación del valle del Aboño, al otro lado del cabo Torres, primero para establecer una gran estación de ferrocarril clasificadora de los carbones procedentes de las minas a la espera de realizar los embarques, y a partir de los años 50′ como asentamiento de grandes industrias en sus marismas, que importaban sus materias primas por el puerto (mineral de hierro y carbón): las plantas cementeras de la sociedad Tudela Veguín en la margen izquierda, la central térmica de Hidroeléctrica del Cantábrico (construida entre 1967 y 1973), en la margen derecha, y el Parque de Carbones y Minerales en el lecho del valle. La transformación industrial culminaría en los 80′ al proceder al relleno de la primitiva playa del Bocal, ubicada en la desembocadura de la ría, donde a comienzos del 2000 se establece un parque de almacenamiento para el carbón, descargado en el puerto por la terminal del muelle Marcelino León (EBHISA), gracias a la cual se pudieron atender a partir de 1998, la llegada del carbón térmico de importación.
En la actualidad la función industrial del puerto de El Musel está cimentada en la siderurgia y las centrales térmicas como principal factor impulsor de los tráficos, ocupando en el sistema portuario español el 1º puesto como puerto granelero con un tráfico anual de más de 20 millones de Tn.
En el Informe “Análisis Urbanístico de Barrios Vulnerables 1996. Catálogo de Áreas Vulnerables Españolas”. Ministerio de Fomento‐Instituto Juan de Herrera. Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad Politécnica de Madrid. HERNÁNDEZ AJA, Agustín se identifican en 1991 los barrios vuñnerables de 1.‐ Sector Calzada/Tremañes/Roces y 2.‐ Sector Contrueces y las áreas vulnerables de CIMADEVILLA (Coincide con la zona del Casco Viejo y el núcleo original de pescadores. se trata de una zona de marcado carácter marginal, con abundante población mayor. La zona oeste del área presenta una situación más crítica tanto por sus condiciones socioeconómicas como urbanísticas y de la vivienda. No aparece reflejada como vulnerable según los datos censales por dos razones: primero, predomina la población mayor y marginal, ésta última no censada; y segunda, la zona no tiene la suficiente población(menos de 3.500 habitantes), para según los criterios de la metodología, ser considerado como barrio. Diferentes intervenciones en el área han destruido parte de la trama y de la tipología edificatoria. Se observa un tímido proceso de renovación, sustitución en la parte este, coincidiendo con la zona menos degradada. La incorporación del Cerro de Santa Catalina al sistema de espacios públicos de la ciudad puede facilitar la recualificación del sector, GRUPO TEJERONA (Promoción pública 40-60 formada por bloques de 3 plantas. se trata de un polígono monofuncional con problemas de accesibilidad y un espacio público sin cualificar (todo asfaltado, sin aceras), sin equipamientos salvo el descampado utilizado como campo de fútbol. La ropa aparece tendida al sol, en la calle. Mala calidad de la edificación y viviendas muy pequeñas. En la parte posterior se localiza otra promoción, de los años 50, de más altura y densidad), y NATAHOYO Y SANTA OLAYA (Se trata del primer barrio obrero e industrial de Gijón. Zona muy degradada donde se mezclan las viviendas con las instalaciones industriales, en su mayoría obsoletas y abandonadas. Problemas de calidad del espacio público y del medio ambiente urbano. Trama caótica y desvertebrada), en 2001 son 1.‐ Contrueces, 2.‐ Pumarín, 3.‐ Polígono de Pumarín, 4.‐ Laviada Centro, 5.‐ El Coto Centro y 6.‐ La Calzada junto a las areas de EL COTO (Al N del Parque de los Pericones, encontramos una zona entre calle de la Paz, calle Poeta Alfonso Camín, calle Juan Alvar González y calle Balbín, donde se detecta un índice de paro del 24,72%, además de constatar durante la visita que las condiciones de la vivienda, bloques de 6 plantas de los años 1980, son malas y los espacios públicos están descuidados. El comercio ha cerrado y los bajos comerciales están en estado de abandono), POBLADO DE LA CAMOCHA (al SE del término municipal. Es un asentamiento que surge como resultado de la necesidad de vivienda cercana a la mina de La Camocha, que comienza su actividad hacia 1935. Recientemente cerrada se convertirá en el Parque Científico y Tecnológico de Gijón), CIMAVILLA (El área configura la mitad O del casco antiguo de la ciudad, núcleo original de pescadores. Presenta indicadores altos de vivienda, pero no aparece reflejado como área vulnerable, ya que la población residente no alcanza el mínimo necesario según la metodología. En el ámbito, conviven construcciones del siglo XIX con bloques de reciente construcción, que van renovando el conjunto, aunque también han ido favoreciendo la pérdida de la trama original, la tipología edificatoria y la identidad histórica), y COLONIA SANTA BÁRBARA (al SO de la ciudad, cercano a la carretera de Oviedo, es un poblado obrero de los años 1940–1960 de promoción pública, vinculado a la actividad industrial de los polígonos del entorno, como el de Promosa. Constituye un interesante ejemplo de vivienda unifamiliar adosada en hilera, de una planta con cubierta a 2 aguas y cuenta con una marcada identidad de barrio, reconocible en la ciudad. No ha sido considerado como área vulnerable ya que no cuenta con el número mínimo de habitantes, pero tiene un indicador de paro del 28,64%, superior al 21,24 % que consideramos como valor de referencia).
Gijón refleja ciertos rasgos de vulnerabilidad sociodemográfica. El porcentaje de hogares con un adulto y un menor o más, así como el porcentaje de hogares unipersonales con mayores de 64 años tienen unas tasas sensiblemente superiores al los valores medios de referencia. En el caso del porcentaje de población mayor de 74 años, el valor es similar al autonómico y ligeramente inferior a la media nacional.
Entre los indicadores estudiados cabe destacar la tasa de paro, 2 puntos por encima de las medias supramunicipales. El resto de indicadores estudiados tiene unos valores dentro de los umbrales medios comparativos.
En todo caso, es necesario mencionar que todos los barrios vulnerables de Gijón deben su vulnerabilidad al indicador de paro con valores muy cercanos al valor de corte establecido en el estudio.
Los porcentajes de viviendas sin aseo y/o baño no son relevantes, con unos valores muy por debajo de las medias de referencia. Respecto a la antigüedad y estado de las viviendas, ningún indicador supera los valores medios autonómico o estatal.
Pero además Gijón tiene Grandes desarrollos residenciales pendientes de edificar que suman una edificabilidad residencial prevista de 1.877.655 m2 para 16.282 viviendas, de las cuales 14.095 están pendientes. Son sectores como CASTIELLO BERNUECES (924.087 m2 de suelo para 333.032 m3 de techo para 2.430 viviendas, sin iniciar), o SECTOR CERAMICA RUBIERA (82.980 m2 de suelo para 120.776 m2 de techo para 1.208 viviendas, urbanizado al 100% y pendientes 1.045 viviendas), o SECTOR GRANDA (335.232 m2 de suelo para 128.379 m2 de techo para 1.000 viviendas, sin iniciar), o el SECTOR JOVE (254.126 m2 de suelo para 185.337 m2 de techo para 1.890 viviendas, sin iniciar).

Desarrollos residenciales en marcha en GIJON

Edad de la edificación – GIJON
Gijón. La ciudad necesita un cambio de aires.
Entre casos de corrupción y precariedad, Gijón lucha por conservar su rica vida cultural.
Gijón es una de las ciudades más contaminadas de España, pero el coste de vivir rodeados de fábricas apenas se traduce en riqueza para la mayoría de la población. Durante el siglo XX, esta localidad de 275.000 habitantes jugó un papel clave en el desarrollo industrial asturiano. A finales de los 90′, el cierre de Naval-Gijón (episodio en el que se inspiró la película de Fernando León Los lunes al sol) selló el proceso de reconversión industrial auspiciado por los gobiernos socialistas y conservadores. Casi el 10% de la población (27.110 personas) vive distintos grados de exclusión social. El trabajo en los muelles no alcanza para casi nadie, y se desarrolla en condiciones de extrema precariedad: en los últimos 2 años, 3 trabajadores de subcontratas de Astilleros Armón han muerto como consecuencia de accidentes laborales.
Pero el mar sigue generando ganancias. Prueba de ello son las obras de ampliación del puerto de El Musel, hoy investigadas por la Audiencia Nacional. Las diligencias abiertas sobre la mayor obra pública contratada en Asturias analizan, entre otras presuntas irregularidades, un sobrecoste de 123 millones de euros. El juzgado también dirimirá si hubo un acuerdo entre los dirigentes del puerto con las grandes constructoras -FCC y ACS- para realizar este fraude.
El » toque de color» lo pone el Festival Aéreo de Gijón, una exhibición militar que se celebra cada julio sobre la playa de San Lorenzo. Pese a los recortes de presupuesto municipal, el Ayuntamiento y la Obra Social Cajastur aumentaron el año pasado casi un 10% su aportación al evento. La activa vida cultural gijonesa, una referencia en todo el Principado, que tenía su emblema en el Festival de Cine, ha sido víctima de la ideología de Foro Asturias Ciudadano. La destitución del director del certamen en 2012 y las amenazas sobre la Semana Negra ponen en peligro a estas muestras culturales, ejemplos claros de que la ciudad puede respirar un aire distinto del que sale de las chimeneas.
Cercanías: una radiografía diferente de nuestras ciudades. Diagonal-La Marea.2016
De las 142.882 viviendas que hay en Gijón, sólo el 3% (4.338 viviendas) es de esta última década. El 4% (5.388) del parque residencial es anterior a 1900 (una ciudad vieja). El boom de los 60′ y 70′ representa el 50% de las viviendas actuales, permite analizar patrones que han ido cambiando con el tiempo. La vivienda pequeña se ha producido siempre con valores constantes pero insuficientes para la demanda prevista. Sorprende la excesiva cantidad puesta últimamente en el mercado de viviendas grandes (las 6.706 viviendas unifamiliares (casi el 7% del parque total) han inundado las parroquias periféricas de Gijón). Tanta necesidad ha habido de vivienda grande? (Sólo un 3% de las viviendas (3.839) es menor de 60 m2, y el 6% (8.469) son mayores de 180 m2.)
Un enorme problema ha sido la anulación (sentencia firme de 6.5.2015) (Sentencia PGOU 2011) de su último Plan General de Ordenación Urbana (2011), debiendo retrotaerse al de 1996. No quisiera dejar de felicitar al Ayuntamiento en su esfuerzo contínuo y modélico de transparencia ciudadana e informativa (Mejor administración eléctrónica de España 2015), y calificar de sobresaliente su Catálogo Urbanístico. Pero, se equivocaron.
El Pleno del Ayuntamiento de Gijón ha dado el 23.2.2016 su aprobación inicial al nuevo Plan General de Ordenación de Gijón (PGO) 3 años después de que los tribunales anulasen el anterior al no incluir una serie de informes en la fase de información pública, abrió paso a un período de 2 meses (prorrogrados 2 meses más) de exposición pública en la que los ciudadanos pudieron realizar alegaciones, paso previo para dar luz verde de forma definitiva al plan de urbanismo; sin embargo, la crisis abierta en el equipo redactor del Plan General de Ordenación (PGO) de Gijón, estalló a finales de julio. Su director-gerente y máximo responsable de la UTE Bilbaína de Proyectos SLP y Urbania 2003 Arquitectura, Emilio Ariznavarreta, ha prescindido del coordinador técnico y jurídico Víctor García Oviedo, ‘Tachi’, y de todo el equipo de colaboradores que han trabajado durante los 2 últimos años en la revisión del documento urbanístico. El equipo de gobierno contaba con llevar al Pleno la aprobación definitiva del PGO a la vuelta del verano de 2017 y el conflicto que ha estallado en el seno del equipo de redactores, además de retrasos, puede añadir nuevas incertidumbres a una tarea tan delicada como es devolver la seguridad jurídica al urbanismo gijonés tras 2 anulaciones sucesivas del planeamiento gijonés.
Tampoco ha ayudado la ampliación de «El Musel», una de la mayores obras de ingeniería de Asturias, y problablemente de España en la última década (900 millones de €, sobre los 623 iniciales), ni los informes de la Oficina de Lucha contra el Fraude de la Unión Europea (Olaf). «El caso Musel es una madeja que sigue creciendo. Aparecen nuevos hilos que complican el caso, pero otros se van desmadejando y hacen que vayamos entendiendo mejor cómo funcionan las alcantarillas de la corrupción». La Audiencia Nacional tiene la última palabra.
«Al César lo que es del César…»
¿Pero cómo resolver este entuerto administrativo-urbanístico? Promotores reclamando sus derechos (?), cientos de viviendas en el limbo, y un futuro a corto plazo atrapado en la búsqueda de una solución legal y eficaz… Y el tiempo pasa… Y las corporaciones municipales se han remodelado, y los intereses políticos también. Muy complicado.
Cada mercado es local.
Cada municipio tiene su singularidad.
Cada municipio se retrata en su parque residencial
.…seguiremos analizando en próximas entregas los 250 municipios mayores de España.